martes, 28 de enero de 2014

Capítulo 13.

Me encuentro tumbada en mi cama a las diez de la noche, suponiendo que en cinco minutos, o quizás menos, Gabi entrará por la puerta, e interrumpirá mi único momento del día en el que me he quedado sola, el único momento en el que puedo aprovechar para aclararme. Supongo que querrá que le ayude a colocar sus cosas, y no la culpo por ello.

Siento como una angustia crece en mi estómago. Algo que de verdad me oprime. Como si de verdad sintiese algo fuerte, imparable y terriblemente perjudicial para nuestra amistad.

O quizás solo lo esté confundiendo, nunca he tenido un amigo tan cercano como lo es él. Nunca me he sentido tan protegida y segura de mí misma gracias a alguien.

Quizás solo esté confundiendo conceptos, y solo sea cariño de amistad.

Sin embargo, no entiendo por qué sufro todos los síntomas de esa chica.

Me levanto de la cama y corro a mi escritorio, donde enciendo la tulipa y cojo un post-it de color rosa.

Lo pego encima de un cuaderno y empiezo, con un guión, escribiendo todos los síntomas que escuché a la chica hace unas horas.

Lo único que necesito ahora es despejar mi mente, entender qué es lo que me pasa con Liam. Por qué.

De repente la puerta de mi habitación se abre. Doy un pequeño bote en la silla del escritorio, donde me encuentro sentada, y, automáticamente, le doy la vuelta al cuaderno donde he pegado el post-it.

-¿Te interrumpo? – Me pregunta Gabi.

La miro. Siete minutos ha tardado exactamente. Pero me doy cuenta de que ella no me ha interrumpido, sino que ha aparecido para ser mi solución. ¡Exacto! Ella es la única solución que me queda antes de tirarme por la ventana.

-No. – Contesto. – Tranquila.

La chica pasa y cierra la puerta detrás de ella. Yo me levanto y cojo un banco que guardo dentro del armario. Después, lo traslado hasta al lado de mi silla.

-Gracias. – Me agradece.

La sonrío cómplice y tomo asiento de nuevo, a la vez que ella.

-Cuanto tiempo. – Dice.
-Sí. – Contesto.
-Estás preciosa.

Me sonrojo al escuchar el comentario tan simpático de mi prima. ¿Por qué últimamente todo el mundo me dice que estoy preciosa? Me estremezco y el rubor corre a toda prisa a mis mofletes.

-Gracias. Tú igual. – Digo definitivamente.
-¿Sabes? Me fui a matricular esta tarde al instituto. ¡Es genial! – Exclama.

Frunzo el ceño y no estoy de acuerdo. Odio aquel sitio. Odio todo lo relacionado con el instituto. – Excepto a Liam. - ¡Oh, mierda! Otra vez pensando en él.

-¿Es genial? – No puedo evitar decir.
-Sí. Sólo de pensar que no tendré que llevar uniforme durante un tiempo…

Los ojos de mi prima son tan expresivos que me intimidan. Es preciosa.

-La pena es que no había plazas en tu clase, y me tuvieron que meter en otra. – Me informa.

Mi salvación parecía quererse mantener al margen de toda mi vida. Y, quizás, aun sin ella saberlo, la beneficiaría.

No creo que Gabi quiera meterse en mi vida, ni en mis problemas. Supongo que le interesará más seguir con su optimismo y vivir ajena a todo lo que se me pasa por la cabeza.

-¡Por cierto! – Exclama. – He de decirte que tu novio es muy guapo.

Sonrío y me ruborizo. ¡Mi novio! Por un segundo incluso me lo creo. Pero justo me doy cuenta de lo que estoy haciendo.

-No, Gabi. – Le digo. – Liam no es mi novio.
-¡Oh, vamos! Si hasta tu padre lo sabe.
-Enserio, Liam es solo un amigo.

La chica frunce el ceño y me mira, intentando ocultar una sonrisa, que segundos después estalla en forma de carcajada.

-¡Mentirosa! – Me acusa.
-Lo digo enserio. Liam es solo un amigo. No sé por qué diablos nadie ha negado nada.
-Pues tu padre no piensa lo mismo…
-¡Mi padre! – Exclamo.

Y en ese justo momento, me pongo de pie, alarmada. Una justificación se me ilumina en la mente, acompañada de una información que no le sentará del todo bien: Mi trabajo.

-¿Dónde vas? – Pregunta Gabi mientras rebusco en mi bolso el papel doblado.
-Tengo que darle esto a mi padre. – Contesto.

La chica mira el folio cuando lo saco y se queda confusa.

-Es una autorización. De trabajo.

Los expresivos ojos de mi prima parecen quererse salir de las órbitas cuando le digo de qué se trata. Sin embargo la tranquilizo con una sonrisa cómplice, y abandono la habitación tan rápido como la luz.

Bajo las escaleras y me dirijo al salón, de donde procede el sonido de la televisión. Cómo no, está viendo la serie policiaca de la cual está enamorado.

-Hola. – Le digo, con mis manos en la espalda y el papel entre ellas.
-Hola. – Me contesta, extrañado. -¿Y Gabi?
-En mi cuarto.
-Deberías ayudarla a colocar sus cosas.
-Lo haré papá, en cuanto te diga algo…
-¿No puedes esperar a mañana?
-Toma. – Le tiendo el folio.
-¿Qué es esto?
-Léelo. – Ordeno.

El hombre lo coge, mirándome a los ojos, desafiante. Yo no abandono mi gesto sonriente, y él empieza a leer el papel.

Mi ceja se arquea cuando su cara va cambiando a total sorpresa. Creo que lo único que hará después de leerlo será gritar.

Me muerdo el labio inconscientemente y creo que no ha sido buena idea darle ese papel a mi padre.

Al fin termina de leerlo y lo cierra, siguiendo las dobleces que tenía previamente.

-¿Trabajo? – Me pregunta, mirándome de nuevo desafiante.

Asiento con la cabeza y frunzo el ceño.

-Creo que ya hablamos de esto, señorita. – Me dice.
-Papá, creo que Brad está muy interesado en que trabaje con él. No me importará, de verdad. Me sentiré útil pudiendo ayudarte.
-¿Quién diablos es Brad? – Pregunta.
-El jefe y dueño de la cafetería.
-Eres pequeña aún para trabajar, _______. No quiero que abandones tus estudios.
-No los abandonaré. Es más, hay un chico de mi clase trabajando ahí. Estudiaremos los dos juntos mientras recolocamos el local.

Obviamente, con Harry ni me miraré, pero servirá como excusa.

-No me vas a convencer.

Mierda.

-Hola. – Exclama Gabi apareciendo en la escena.

Los dos la miramos y ella se pone a mi lado, sonriente,

-¿Qué habláis? – Pregunta.
-De nada. ______ subirá contigo y te ayudará a ordenar tus cosas. – Dice mi padre.
-Oh, no. No te preocupes, Chad. Las acabo de terminar de ordenar. – Contesta.
-Hablábamos de mi trabajo.
-¿Trabajo? – Me pregunta Gabi.
-Sí. Ya sabes…
-Ah, sí. ¿Trabajarás, entonces? – Pregunta de nuevo la chica.
-Ni hablar. – Interrumpe mi padre.
-Deberías saber, tío Chad, que yo estuve trabajando como proyecto del instituto un par de semanas. Supe alternar ambas cosas y aprendí mucho. Eso me sirvió para darme cuenta de qué me gustaría hacer de verdad. – Dice Gabi.

La miro sorprendida y no sé de dónde se habrá sacado esa excusa, pero parece que el gesto de mi padre ha cambiado.

-¿Trabajaste? – Pregunta, asombrado.
-Trabajé. Y de verdad, deberías dejar que _______ lo hiciese.

Observo todo al margen de la conversación entre ellos dos. 

-¿Cuánto tiempo será, _____? – Me pregunta el hombre.
-Sólo hasta que crea que nos hemos recuperado.
-Un mes. – Dice mi padre. – Sólo un maldito mes y vuelves a tus estudios en jornada completa, ¿De acuerdo?

Sonrío y asiento satisfecha de la respuesta. Le tiendo el folio el cual el hombre firma, quizás en su contra, pero lo hace.

-¡Gracias, papá!  - Exclamo tras darle un beso en la mejilla.

Después, mi prima y yo salimos y empezamos a subir las escaleras hasta el pequeño pasillo de las habitaciones.

-Te debo una, Gabi. – Le digo.

Después, la doy un fuerte abrazo. De nuevo el cariño imparable de mi prima está conmigo, y quizás eso sea otro muro que me ayudará a fortalecerme, a afrontar todo el pasado, el presente y el futuro.

-Es todo un placer poderte ayudar, _______. – Dice.

Ambas nos damos la vuelta y nos metemos en nuestras respectivas habitaciones. Me dirijo al escritorio y doy la vuelta al cuaderno, donde se encuentra esa maldita lista.

Sólo me queda comprobar si sufro todos esos síntomas que están escritos en ese post-it.

Abro la puerta del armario y lo pego en ella, dentro. Ahí será un buen escondite para que nadie lo vea.

Me acerco de nuevo al escritorio y apago la tulipa. Todo en mi habitación está oscuro, mientras que en mi mente, cada vez sus ojos brillan con más intensidad.

Creo que en un par de semanas, como siga así, me volveré loca.
***
-Y aquí espero todos los días a Liam. – Informo a Gabi mientras nos paramos en la puerta de los primos Payne.

Otro día más al instituto, pero este es diferente. Hoy nada podrá derrumbarme. Nada. Teniendo a Liam como principal protección, el respaldo de mi prima y a Harry casi amenazado, nada puede salir mal.

La puerta de la casa se abre y salen ambos primos.  Nicole hoy también. Parece que su madre no va a querer acompañarla mucho más tiempo en coche.

Pero, como no podía faltar, ambos primos salen discutiendo.

-¿Y ella quién es? – Me pregunta Gabi, mientras les esperamos.
-Nicole. Es la prima de Liam.
-¿También fue a pasar una temporada con Liam? – Pregunta.
-Ellos viven juntos.
-¿Sin tiempo determinado?
-Eso creo.
-¿Y por qué?

¿Por qué? Me pregunto yo misma. Es cierto que creo conocer a Liam de toda la vida, pero nunca he sido consciente de que de verdad, en el fondo, sigue siendo un completo desconocido para mí.

Ni sé ni entiendo por qué vive con su prima, y no con sus padres.

Me temo lo peor, pero no soy tan valiente como para pensar algo tan cruel. Sacudo mi cabeza e intento alejar todos esos pensamientos de mi cabeza.

-¡Hola! – Exclama Liam.

Gabi le sonríe y yo me fijo en Nicole. Debo de presentarla a mi prima.

-Nic, ella es Gabi. Mi prima. – Musito.
-¡Hola, Gabi! – Exclama Nicole. – Yo también soy la prima pesada de Liam.
-¿Pesada? – Pregunta mi prima.
-Supongo que será porque tardo dos horas y media en arreglarme por las mañanas, o quizás porque cada vez que me tiño lo hago en su baño y dejo todo patas arriba. Supongo que habrá un por qué de ese mote tan poco cariñoso. – Dice Nicole, colocándose al lado de mi prima.
-Debe entenderlo. ¡El color de tu pelo es precioso! ¿Te tiñes tu sola? – Pregunta mi prima.

Ruedo los ojos sobre sí y ladeo mi cabeza. Nic y Gabi empiezan a andar delante de mí y de…
¡Liam!

Oh, Dios. Ni siquiera me acordaba de todo lo que pasó ayer. Junto mis dientes y hago un gesto de confusión con la cara.

-Parece que han congeniado bien. – Me dice.
-Lo parece. -  Contesto.
-¿Al final tu padre firmó la autorización? – Pregunta.
-Aun que parezca increíble, lo hizo. Gabi me ayudó.
-Parece simpática. – Afirma.
-Lo es.
-Tranquila, para mí sigues siendo única.

Una patada en mi estómago hace moverlo de sitio. Quizás se haya juntado con el hígado, o directamente con los pulmones, porque me estaba quedando sin aliento.

Le miro de reojo y está sonriendo, mientras me ofrece un leve golpecito en el brazo.

Le sonrío irónicamente, y me aparece el momento perfecto para preguntarle algo que debía haberle preguntado ayer.

-¿Por qué diablos seguiste el royo a mi padre cuando dijo que éramos novios? – Pregunto.

El chico frunce el ceño y me mira algo confuso. Tarda en contestar, y creo que es una de las únicas veces que Payne no tiene argumentos.

-Pensé que lo decía de broma… - Confiesa.
-No. No lo dijo de broma. ¡Gabi se lo creyó!
-Perdóneme, señorita. – Se disculpa, con una amplia sonrisa. – No lo volveré a hacer.

Le sonrío inevitablemente. Aun que quiera parecer dura con él, me es inevitable. Solo con mirarle de reojo y darme cuenta de que está sonriendo, me endulzo completamente.

-Ayer hablé con alguien. – Comenta.
-¿Ah, sí? ¿Con tu tía o con tu tío? – Bromeo.
-Es enserio, _______. – Dice. – Hablé con Lilly.

Hace un par de minutos, pensaba que Liam no tenía argumentos para contestar a mi amenazadora cuestión.


Sin embargo, ahora la que no tiene ni palabras, ni aliento, ni oxígeno para contestar a esa tenebrosa afirmación, soy yo. 


lunes, 27 de enero de 2014

Capítulo 12.

Sonrío sarcásticamente y le vuelvo a revisar de arriba abajo. No me puede estar pasando esto. ¡¿Qué tipo de broma es esta?!

El chico mantiene su postura en la puerta del local, con sus brazos cruzados, levantando la ceja izquierda, y observando mi rostro, el cual apuesto el cuello a que es un total espectáculo.

Liam también me mira y yo continúo sonriendo, pero solo quiero tirarme de los pelos, y matar de un bofetón al diablo de ojos verdes, o lo que es lo mismo, a Harry.

Me paro un segundo en mi mente y pienso: ¿Qué haría cualquier chica como yo en una situación así?
Y si soy sincera conmigo misma por primera vez, solo se me ocurre una cosa: Correr.

-Buenas tardes. – Digo en forma de despedida.

Me doy media vuelta tan rápido como puedo y empiezo a correr dirección contraria a Harry.

Parece que la adrenalina está a flor de piel. ¿No había cafeterías en el mundo? ¡¿De verdad tuve que ir a la que estaba él?

Continúo corriendo y miro a ambas direcciones, ya que recto no puedo continuar. Esta es una de las decisiones más arriesgadas que he tomado en todo el día, y quiero tomarla bien.

Me encorvo y empiezo a mirar a ambos lados desesperada, mientras que en mi mente solo se me refleja la cara de sorpresa y apatía de Harry Styles, en la puerta de ese maldito local.

-¡Eh! – Me exclama alguien a mi lado, mientras me agarra del brazo. - ¿Qué diablos haces, ______?

Miro a mi derecha y veo que se trata de Liam. Suspiro pero eso no quita que quiera seguir corriendo.

De nuevo la sonrisa de idiota, o también la de “Quiero escapar de esta como sea”

Sin embargo, me enfrío cuando veo a Liam fruncir el ceño, estar confundido. No parece estar muy agradado con mi repentina decisión.

-¿Por qué corres? – Pregunta.
-¡¿Has visto quién es?! – Exclamo.
-Es Harry.
-¡Exacto! – Hago un gesto de obviedad con mis brazos. -¡Harry!
-______, olvídate de que ese de ahí es Styles. Ese puesto tiene que ser tuyo, ¿Recuerdas?
-Si en algún momento de mi estúpida vida pude replantearme que mi compañero de trabajo fuera imbécil, nunca pensé que lo pudiese llegar a ser tanto.

Liam se empieza a reír mientras yo retomo el aire. Estoy realmente furiosa, y toda esta situación es digna de cualquier programa de televisión de cámaras ocultas.

-¿Por qué narices te ríes? – Pregunto, al borde de la desesperación.
-Estás realmente irritada. – Dice, entre carcajadas.
-No pienso ir allí, con ese idiota.
-¿Acaso te da miedo? – Pregunta.

Frunzo el ceño y abro la boca. Me ofende que piense una cosa como esa. ¡Claro que no! ¿Acaso no he aprendido en estos últimos días que Harry no es nadie para tenerle miedo?

-Vamos, ______. No dejes que sea un obstáculo para demostrarte a ti misma que vales más de lo que piensas. Confía en ti. Yo sé que puedes con él y con millones como ese tío. Sé que podrás hacerlo genial.

Trago saliva y miro a Liam como, misteriosamente, me ha casi convencido. ¡Confiaba en mí!

El chico se acerca a mi cara y me da un casto beso en la mejilla. Siento sus finos labios rozar levemente mi moflete y me estremezco. Este era el empujón que me faltaba para ir allí y afrontar que trabajaré con un idiota, pero que no me hará sentirme peor de lo que ya lo ha estado haciendo.

-¡Eh, parejita! – Grita. - ¿Pasáis o…?

Le miro con cara de asco – repugnancia – y me acerco allí, seguida de Liam.

-Pasará ella. – Dice Liam cuando llegamos de nuevo al lado de la puerta.

Harry me revisa de arriba abajo y pone la cara de asco que yo ya me esperaba.

-¿Ocurre algo? – Pregunta un hombre detrás de Harry.

Le observo y veo que es mayor. Quizás unos cuarenta y muchos años. Con poco pelo, engominado hacia atrás, algo de barba, quizás de un par de días, y ojos grandes y negros. Expresivos. Bajo la mirada y veo que en su chapa del uniforme negro pone su nombre: Brad.

-No. – Contesta Harry. – Solo que la señorita…
-Ya pasaba. – Le interrumpe Liam, dándome empujones con las manos, en mi espalda.

¿Dónde diablos me estoy metiendo? Pido a gritos un signo de ayuda. Un signo que me diga de verdad si lo que hago es lo adecuado, y si de verdad no me estoy metiendo en la boca del lobo, como ya supongo que hago.

El hombre mira con el ceño fruncido y yo entiendo que mi actuación es ridícula. Empiezo con mal pie. Sin embargo, parece dejarlo pasar y comienza a andar dentro del local.

Acto seguido entro y miro como Liam se aleja de mí, dejándome sola. Pero para mi sorpresa, la seguridad parece quedarse conmigo. Como si de verdad las palabras de Liam de antes me hubieran servido para algo. Miro para atrás y el chico me levanta el dedo pulgar, con una sonrisa que me anima del todo.

Mientras, el hombre de pelo engominado – O Brad. – está delante de nosotros. Harry permanece a mi lado izquierdo.

Nunca le había tenido tan tranquilo de cerca. Le miro de refilón y me parece hasta más atractivo de lo normal.

-¿Cómo es su nombre? – Me pregunta el señor de pelo engominado, desde adelante.
-______. – Digo, con la voz algo elevada. - ______ Miller.
-Bien. – Dice. – Sígame.

Continúo su paso mientras observo todo con más precisión que la última vez.

-Harry, puedes ir recolocando las sillas. – Ordena Brad.

Y el chico obedece, para mi sorpresa. 

El local está vacío. Las sillas están encima de las mesas y el suelo marrón está brillante. Dudo que cuando termine la jornada laboral, esté tan radiante.

El hombre rodea la barra donde supuestamente atienden a los clientes y yo me quedo en frente, observándole. 

Lanza una especie de delantal negra a mis manos, y yo lo atrapo.

-Ese será su uniforme, señorita Miller. – Me dice.

Mis ojos se abren tanto como pueden mientras él coloca todo lo de detrás de la barra.

-Disculpe, señor…

El hombre se encorva y me mira directamente a los ojos.

-Brad. – Dice, con total firmeza.
-Señor Brad. – Corrijo. – Ayer, cuando llamé, me dijeron que me harían una entrevista y… por eso estoy aquí. – Digo.
-¡Ah, sí! – Exclama, con algo de ironía. – ¿Puedo tutearte?
-Claro… - Digo, algo confusa.
-Bien. Creo que tu nombre ya te lo he preguntado, ______. ¿Has trabajado en algo más?
-No.

El hombre vuelve a intentar ordenar todo lo de detrás de la barra para darme buena impresión.

-Entonces es su primer trabajo.
-Así es.
-¿Estudias?
-Sí.
-Bien, no me interesa el qué.

Arqueo las cejas y me estoy empezando a poner nerviosa. El ritmo que ha tomado el hombre desde que hemos entrado me desquicia.

-¿Eres mayor de edad? – Pregunta.
-No.
-Bueno, es igual. Después te doy la autorización para que la firmen tus padres.
-Entonces… ¿Estoy contratada?

Sube con un pequeño salto de detrás de la barra y pone sus manos abiertas encima de la piedra de ésta. Doy un pequeño bote y pestañeo un par de peces. Trago saliva y veo como Brad sonríe poco a poco.

-Apartando que solo quiso este puesto un tal John, algo irritante, podemos contar que tienes buen físico, pareces amable, responsable y educada. Le darás un toque nuevo a este pequeño negocio…

Mi ceño se frunce totalmente. Estoy algo desorientada, quizás sea por los cambios de actitud tan repentinos que acaba de tener el hombre.

-¡Contratada! – Exclama. -¡Empiezas mañana mismo!

Una silla detrás de nosotros choca fuertemente contra el suelo. Doy otro bote sobre mí, pero este más grande. Me doy inmediatamente la vuelta y miro hacia Harry, que es el responsable de que la silla se haya caído.

-¡Harry! – Exclama el hombre. -¡Estoy harto de tus chorradas de adolescente!

Observo la escena mientras arrugo estiro el delantal y lo observo. ¿De verdad este será mi uniforme?

-¡Que sea la última vez que traes a alguien aquí y desordenáis todo! Si no hablaré con tus padres. Recuerda que…
-Brad, está bien. Ya lo he entendido. – Le interrumpe Harry.
-Bien. Me alegro. – Contesta el hombre. – Te encargarás de supervisar a ______ hasta que aprenda, ¿De acuerdo?
-¡¿Qué?! – Exclamamos los dos a unísono.
-¿Tenéis algo que rechistar? – Pregunta Brad.
-Ella lo hará bien solita. – Dice Harry.
-Tú. Serás. Su. Supervisor. ¿De acuerdo? ¡Es la última que te paso! – Grita el hombre. – Y a ti, ______, mañana te veo.

De repente me tiende un folio. Lo observo incrédula y veo que es la autorización de la que me hablaba minutos antes.

-Encantado. – Dice por última vez.

Y desaparece, metiéndose por una de las puertas que hay girando una pequeña esquina. Supongo que será el almacén.

Intento asimilar todo lo que ha pasado, pero ha sido tan rápido, que no entiendo nada. Por un estúpido momento, se me pasa por la cabeza dejar el trabajo, y olvidar todo esto. Pero de repente aparece la imagen de mi padre agobiado, mirando cada factura, y se me encoje el estómago. Debo hacerlo.

Me doy media vuelta y decido emprender camino hacia la salida.

Miro a Harry que continúa colocando las sillas.

-¿Por qué diablos tienes que venir a trabajar aquí? – Me pregunta. -¿Acaso no había más cafeterías?
-Yo también me alegro de trabajar contigo, Harry. – Digo, irónicamente y con una pequeña sonrisa irritante.
-Creo que nunca me alegraré de nada que tengo que ver contigo. ¡O sí! De que te largues.
-Acostúmbrate a verme, Styles. Lo harás a menudo.

Me hace una mueca de asco y empiezo a andar por el local.

-Por cierto. – Interrumpe mi paso. – Espero que no cuentes a nadie que trabajo aquí.
-Claro. – Contesto, sin girarme, sin mirarle. – Espéralo.

***

-¿Cómo se te ocurre echar a correr? – Me pregunta Liam, mientras que nos adentramos en los chalets de nuestra manzana, de regreso a casa.
-No me esperaba ni por ninguna absurda idea a ese idiota ahí. – Contesto.
-Te deseo suerte, Miller. – Me dice, con una sonrisa.
-Créeme que no hay cosa que desee con más ansia.

El chico se ríe y mete sus manos en los bolsillos.

-Quien sabe, quizás esto os sirva para afinar vuestra relación.
-Los ángeles y los demonios nunca se han llevado bien. – Digo.
-¿Desde cuándo eres un demonio? – Pregunta, incrédulo.
-¡Yo soy el ángel, idiota!

El chico empieza a reírse y no puedo evitar hacerlo con él. Su sonrisa es tan peculiar que me llega hasta todo el tipo de fibra que me rodea en el cuerpo.

-Te iba a invitar a merendar. – Digo, evitando el quedarme embobada de nuevo. – Pero fíjate que…
-Lo he dicho de broma, señorita. – Dice, intentando arreglarlo.
-¿De broma?
-Tú eres un completo angelito. – Dice.
-Así me gusta. – Digo.

Comenzamos a andar, como de costumbre, envolviéndonos en nuestros típicos piques y bromas.

Todo parece tan fácil cuando le tengo a mi lado. Todo parece tan sencillo cuando su aroma es lo único que me rodea.

Aún siguen rebotándome las preguntas de por qué yo y no ellos, de por qué eligió quedarse conmigo y no irse con los populares. Aún me resuenan preguntas, pero quizás ya sea hora de apagarlas. De dejarlas aparcadas. De confiar en mí. De saber que valgo, quizás algo.

Le miro de reojo y, cómo no, está sonriendo.

Es tan diferente a todos los chicos. La sensación de estar con él es tan… Maravillosa.

-¡¿Enamorada?! – Exclama una chica que pasa a nuestro lado, junto a otra un poco más bajita que ella. Comparten una conversación.

Desaparezco automáticamente de mi mundo, en mi mente, y presto atención gracias a la alarmada exclamación de aquella chica.

-¿Cómo voy a estar enamorada? – Rechista.
-Dices que tienes mariposas en el estómago cuando le ves, que te quedas embobada mirándole, que solo quieres estar con él todo el día, que te mueres de celos cuando le ves con otra… ¡Estás enamorada, Sel!
-No digas tonterías… - Replica de nuevo la amiga.

Mi frente se arruga inmediatamente mientras que escucho la sonrisa de Liam de fondo. Esos síntomas me resultan familiares, y no de ninguna enfermedad…

Justo llega la hora de girar para entrar a mi pasarela. Ambos no compartimos ninguna palabra, pero yo grito a toda voz en mi cabeza qué me pasa con Liam.

Llegamos a mi puerta y no tardo ni dos segundos en sacar las llaves. Atravieso el hall exterior y entro al hall de mi casa. La calefacción me consuela, y me quito el abrigo.

-¡Ya estoy en casa, papá! – Grito.

Liam se limpia los zapatos en el felpudo mientras que yo oigo pasos en las escaleras. Algo escandalosos.

-¡Hola! – Exclama cuando se pone frente a nosotros.
-¡Tengo algo que contarte! – Digo
-Y yo también. Lo haré primero.

El hombre corre hasta el interior de la cocina y, tras diez segundos, sale con alguien delante de él. Sus manos apoyadas en los hombros de la chica, gracias a la diferencia de altura.

-¡Ya ha llegado Gabi! – Exclama el hombre.

Mi boca se abre lo más que puede. ¡Mi prima! Un grito sale del interior más profundo de mi garganta y corro a abrazarla. Las dos nos invadimos en un fuerte abrazo. La echaba tanto de menos, y me hace tanta falta ahora…

-Y, bueno. – Interrumpe mi padre. – Él es Liam. El novio de ______.

Mis ojos se agrandan, como platos. ¡¿Novio?! ¡¿NOVIO?!

-Hola, Gabi. Soy Liam. – Dice el chico.
-Eh, bueno… Sí. Él es Liam, pero…
-¿Queréis bizcocho? – Pregunta mi padre, interrumpiéndome. – Lo acabamos de hacer Gabi y yo.
-Por supuesto. – Contesta Liam. - ¿Verdad ______?
-Sí, claro… - Contesto, confusa.

Necesito poner muchas cosas en orden.

Acabo de conseguir un trabajo, del cual mi padre seguramente ni se imagine que sea la noticia que le iba a dar. En ese maldito trabajo está Styles, la persona más odiada por mí en todo el universo, seguido de Lilly y Carol, las cuales intentaron sabotear la decisión de Liam sobre el equipo de baloncesto. ¡Y yo me puse celosa! Cosa que, según la teoría de la chica, es un síntoma de ese sentimiento tan raro que sienten las personas con pareja… El amor, continuado de un montón de sentimientos que también coinciden con el diagnostico.

Pero no es eso lo peor de todo. Lo peor es que mi propio padre confunde mi relación con Liam con la de una pareja, y acaba de afirmar a mi prima algo fuera de lugar. ¡Que nadie ha negado! Ni siquiera Liam.


La única cosa que tengo clara, es que, en este momento, nada de mi vida está claro. 


miércoles, 22 de enero de 2014

Capítulo 11.

Suelto el bolígrafo encima de la mesa y respiro aire.

El examen ha salido tal y como esperaba.

Miro alrededor de mi clase mientras todos escriben, y me quedo mirando en un punto fijo; Más que en un punto fijo, me quedo mirándole a él.

Sus manos rodean elegantemente el bolígrafo que se desplaza a toda prisa por el folio, describiendo la lección de biología que ayer por la tarde debió estudiar.

Su cabeza está a apenas centímetros del folio, y, por un instante, se me pasa por la cabeza la idea de estar celosa incluso del folio.

¡¿Celos?! Pero, ¿En qué diablos pienso?

Pensaba que los celos solo los tenían las parejas, los matrimonios o los hermanos, pero los amigos no.

Sin embargo, en mi mente aparece la imagen de Lilly coqueteando con él, intentando arrebatarle toda la sensatez que tiene, como suele hacer con todos los chicos.

Sacudo mi cabeza y olvido ese tema, que prefiero dejar aparcado. Me concentro en observar como sus ojos siguen las líneas que va escribiendo. Me concentro en estudiar su perfecto rostro mientras él no me ve.

Suspiro. ¡Oh, Dios mío! Estoy suspirando.

Liam hace un gesto elegante pero corto con el flequillo. Su pelo tan brillante se echa hacia atrás, permitiéndole ver para continuar escribiendo el examen.

El timbre suena pero yo hago caso omiso. Sigo centrada y dedicada a mirarle. ¿Acaso no puedo estudiarle a él? Sacaría matrículas de honor.

Apoyo mi codo en la mesa y pongo mi moflete en la palma de mi mano. Continuo mirándole, esperando que levante la mirada y me vea; Mi respiración se disparará y el automático aroma que parece soltar como aspersores programados, vendrá para aferrarse junto a ese montón de sensaciones que ya conviven conmigo, en mi piel.

-Señorita Miller.

De nuevo suspiro y me imagino a Liam rompiendo el grifo de su casa para solo verme sonreír. Pero, ¡¿Qué tipo de amigos hacen eso solo para ver “sonreír” a alguien prácticamente desconocido?!

Sonrío como una completa idiota y continuo mirándole.

-¡Señorita Miller! – Exclaman a mi lado.

Doy un pequeño saltito en mi silla y conduzco la cabeza hacia la voz. Y no solo yo, todos los que aún estaban haciendo el examen, levantan la mirada hacia mi sitio.

-Profesor…

¡Mierda! ¿Acaso no me doy cuenta de que hay más personas que habitan en el planeta? ¿Qué no puedo quedarme embobada mirando a ese chico?

-Puede darme el examen y marcharse. – Me sugiere.
-Claro.

Cojo el folio y se lo doy, mientras alzo la mochila a mi mesa y guardo el bolígrafo en el estuche.

Siento que me observan y, quizás por inercia, miro de reojo hacia el sitio de Liam.

Un raro cosquilleo en el estómago se apodera de mí cuando me doy cuenta de que, por una vez, mi intuición no ha fallado, y el chico me está mirando, y sonriendo.

Sonrío yo también y me levanto, cargando la mochila sobre mis hombros.

Salgo de la clase, bajo la aparente enfadada mirada del profesor, y me apoyo en la pared de enfrente de mi clase, esperando a Liam.

Cruzo mis piernas, y a la vez, cruzo mis brazos. Miro a mi alrededor y busco una respuesta que me pueda contestar a la pregunta que últimamente me hago a todas horas: ¿Por qué Liam está veinticinco horas diarias en mi mente?

-¡Hola! – Exclaman a mi lado.

Miro y me encuentro a la rubia impresionante de ojos azules.

-Hola Nicole. – Contesto, sonriente.
-Ahora pareces algo más tranquila que antes, ¿Ya se te pasó el enfado? – Pregunta.
-No estaba enfadada.

La chica encoje los hombros y se apoya en la pared, a mi lado.

-¿Esperas a mi primo? – Pregunta de nuevo.
-Sí. Teníamos examen de biología.
-Sí, algo comentó a su madre cuando le llamó anoche.

Frunzo el ceño. Quizás fuese algo que debería de haber dado por hecho, pero, en mi mente no coge la idea de que Liam pudiese tener padres aparte de sus tíos.

-¿Y a ti qué tal te ha salido? – Musita Nicole, en busca de conversación.
-Genial. Aprobado.

Miro al interior de la clase y veo algo que me encoje el estómago, y, en este caso, no es Liam.

Harry ha sido cazado por el profesor antes de salir de clase. ¿Qué diablos le estará diciendo? El chico de pelo rizado tiene la cabeza cabizbaja, y parece que no quiere escuchar la charla del profesor de biología.

Asiente con un golpe seco de cabeza, y carga su mochila sobre un hombro.

Empieza a andar hacia la puerta y abandona la clase, no sin antes mirarme. Sus ojos verdes e intimidantes me estremecen, me aprisionan en una cárcel de pánico y miedo.

Son solo segundos hasta que decide mirar a Nicole, y yo me siento aliviada.

-Vaya… Parece que va enfadado. – Comenta Nicole.
-Ese chico siempre lo está.
-¿Cómo se llamaba?
-Styles. Harry Styles. – Contesto. – Es el capitán del equipo de baloncesto, y es asquerosamente popular, egocéntrico, engreído y…
-¡No me lo digas! – Me interrumpe. –También es un idiota.
-Exacto. – Contesto.

Al fin sale alguien de mi agrado por la puerta, y no podría ser otro que Liam.

Una sonrisa aparece sin querer en mi rostro. Esa sensación de alegría se apodera de nuevo de mi cuerpo, cuesta abajo y sin frenos.

El chico mira a Nicole y le hace un gesto con la cabeza en forma de saludo. Acto seguido empezamos a andar por los pasillos del instituto.

-¿Qué haces aquí, Nic? – Pregunta el chico.
-Mi madre no podía venir a recogerme, y opté por esperar a mi querido primo.
-Iremos andando. – Contesta él.
-Está bien, será un placer acompañaros.

Quizás era su manera de contar conmigo en todos los sentidos, o quizás era su manera de comportarse como si de verdad le importase. Algo había en él que hacía que un huracán junto a un terremoto se juntasen en mi interior cada vez que simplemente pensaba en él.

-¿Qué tal el examen? – Pregunto.
-Bien. – Contesta. – Respondí a todas las preguntas, seguro que apruebo. ¿Y tú?
-Muy bien. – Contesto.
-Espero que tan bien como para que no me arrepienta de haberte conseguido esa cita de trabajo.
-¿Trabajo? – Pregunta Nicole.
-Sí, bueno…
-Sí. – Me interrumpe Liam. - ______ quiere trabajar.
-¡Mucha suerte! – Exclama Nic. – Espero que la tengas.
-Yo también lo espero. – Contesto.

Continuamos andando y sin mucha conversación. No tardamos más de cinco minutos en llegar a la puerta del chalet de los tíos de Liam.

-Yo ya voy adentro. – Dice Nicole. – Te deseo toda la suerte del mundo, ______.
-Gracias. – Digo.
-¿Quieres que te acompañe, primita? – Pregunta Liam.

La chica me dedica una última sonrisa y da un pequeño golpecito al chico en el hombro.

-No, gracias. – Contesta ella, haciéndole una mueca de burla. - Sé ir yo solita.

Liam se echa a reír y yo me quedo mirando cómo anda Nicole. Sigo pensando en por qué diablos no puedo ser yo la mitad de guapa que ella.

-¿Estás nerviosa? – Me pregunta Liam.
-Bueno, quizás algo. – Digo.
-Me gustaría acompañarte, si no te importa.
-Me encantaría que me acompañases. – Contesto.
-Genial, ¿Nos vemos a las cinco? Pasaré a recogerte.
-Liam, ¿Puedo hacerte una pregunta?

El chico frunce el ceño y asiente con la cabeza.

-Claro. – Añade.
-¿Aceptarás el puesto en el equipo de baloncesto?

Liam arquea una ceja y me mira, totalmente perdido. No creo que se esperase una pregunta como esa.

-Aún no lo sé. – Contesta. – Debo pensarlo.
-Hace un par de días te negabas rotundamente.
-Quizás sea una buena oportunidad… Me apasiona el baloncesto. ¿Acaso haría mal?

Es cierto. ¿Acaso haría mal? Es lo que le gusta.

-Luego hablamos, Liam.

El chico está totalmente desconcertado, y yo entiendo en todo los sentidos el por qué.

Le sonrío tímidamente y me doy media vuelta para emprender camino a mi casa durante una hora. Solo tengo una hora.
***
Nos encontramos en la puerta del local. Mis nervios están a flor de piel y no paro de ir de un lado para otro, esperando a que alguien salga de esa maldita oficina de la cafetería para darme la orden de que puedo entrar.

Mi corazón late a una velocidad de riesgo, y mis manos están empezando a temblar.

Liam corre a mi lado y se pone enfrente de mí. Sus manos las apoya en mis hombros e impide que continúe yendo de un lado para otro.

-Eh, tranquila. – Me dice. – Como sigas así antes de que salgan a avisarte tendremos que ir al hospital por paro cardiaco.

Mi sonrisa sale en forma de sonido y le miro a los ojos tan pequeños y marrones. Su sonrisa está coronando su cara, su rostro y su cuerpo.

-Está bien, me tranquilizaré. – Digo.
-Eso quiero.

Sus manos impulsan mis hombros para su torso, y, cuando me quiero dar cuenta, me está dando un abrazo. Quizás el más fuerte que me han dado en mi vida.

Cierro los ojos e inmediatamente, lo disfruto como algo que jamás se volverá a repetir. Como un eclipse total de sol. Como la cosa más maravillosa del día, de la semana y quizás de hace años.

-¿_____ Miller?

En cuanto oigo mi nombre me doy media vuelta hacia la puerta. Me alejo de Liam e intento retomar la normalidad de mi vida, la que se había quedado en mi casa, posiblemente.

Intento controlar el ritmo de mi respiración. Cierro los ojos y aprieto mis puños. Al fin y al cabo, Liam está conmigo. Nada puede salir mal.

Pero sí, sí que puede. Justo en el momento en el que pensaba tener todo bajo control – por fin – abro los ojos y me doy cuenta de que todo puede ir a peor.

-¡¿______?! – Exclama la persona de la puerta.

Mis ojos se abren como nunca lo han hecho, y piden a gritos salirse de las órbitas.


¡¿QUÉ DIABLOS HACE ÉL AHÍ?!