Sigo tendida
en el suelo, recostada en mi costado. Las lágrimas amenazan con salir de sus
órbitas y parece que mis codos están siendo cada vez más débiles, parecen como
si casi no pudiesen soportar mi peso.
De repente,
me hundo y mi codo me falla, haciendo que todo mi peso se derrumbe en el suelo.
Estoy
tumbada de lado en las baldosas pisadas por cientos de personas diarias. Mi
pelo se extiende por el suelo y mi estómago se encoje cuando recuerdo la
humillación que ha hecho Harry delante de todos.
Maldito
bastardo.
Sin embargo,
algo dentro de mí grita con todas sus fuerzas, con toda su alma, que Harry
tiene toda la razón del mundo. Yo no soy alguien que beneficiará a la
reputación de Liam; Directamente, yo no soy alguien.
Estoy mejor
en el papel de amargada solitaria, en el papel de no ser nadie.
Oigo pasos
detrás de mí, pero permanezco tumbada en el suelo del pasillo, donde no hay
nadie.
Mis ojos
cerrados intentando hacer más pequeño el sufrimiento recientemente vivido.
-¡Oh, Dios
mío! – Exclama una voz femenina detrás de mí. -¿Qué diablos te ha pasado?
No me inmuto
y, segundos después, en mi vista aparecen un par de botas camperas, marrones.
La chica
toca mi hombro y gasta todas sus fuerzas en volver a ponerme erguida, al menos
en el suelo.
Cuando
vuelvo al mundo real, me doy cuenta de que es Nicole, la “prima pesada de Liam”
-¿Por qué
estás en el suelo? – Exclama, preocupada mientras se pone de cuclillas a mi
altura. – Parecía como si te hubieses desmayado.
Y
agradecería haberlo hecho.
-Estoy bien.
– Consigo decir.
-¿Bien?
Estás llorando como una niña pequeña. ¿Seguro que estás bien?
Pestañeo
rápidamente e intento disimular mi angustia.
-Sí,
gracias.
La chica
frunce su ceño y yo boto por dentro.
-No te
conozco mucho, pero algo dentro de mí me dice que las personas no se quedan
tumbadas en el suelo por sí solas.
Nicole se
queda callada esperando alguna explicación que no va a llegar.
-Entiendo
que no me lo quieras contar. – Murmura acompañada de un gesto de evidencia.
-Gracias. –
Agradezco.
Apoyo mis
muñecas en el suelo y consigo levantarme, a la vez que ella.
-No hay de
qué. – Contesta.
Asiento con
la cabeza y comienza a andar hacia las escaleras. Quizás su clase esté arriba.
-Oye. –
Exclama parándose en seco.
La miro
desde la distancia y arrugo la frente, expectante de qué querrá preguntarme.
-Supongo que
Liam estará esperándote en clase. – Informa.
Asiento con
la cabeza y dejo que se vaya.
¿Por qué yo
no puedo ser así? ¿Por qué yo no puedo ser rubia, alta, y con unos ojos
totalmente impresionantes? ¿Por qué yo no puedo ser un pivón de infarto, la
cual tiene millones de amigos y muchas personas que no dejan de recibir halagos?
Resoplo y
tardo dos minutos en llegar a mi clase. Llamo a la puerta dos veces, con golpes
secos.
Escucho la
voz de la profesora aproximarse a la puerta, y tengo un repentino miedo en el
estómago.
La mujer
abre la puerta y me encuentro con una alta e intimidante profesora de inglés.
Me observa de arriba abajo y su gesto es totalmente frío y serio.
-Señorita
Miller. – Musita, en un tono estricto.
-Buenos
días, señora Kinston.
-¿Lleva
usted reloj? – Pregunta.
Niego con la
cabeza y ella arruga el labio.
-Debe. –
Ordena.
Giro el
labio y dirijo mi mirada al suelo.
-¿Puedo
pasar? – Susurro, con miedo.
-Mejor
piénseselo la próxima vez.
Subo la
mirada y, sin querer, hago una revisión instantánea en mi cerebro de la clase.
Después, mi mirada va a los ojos de la profesora, que contienen algo de enfado.
Acto seguido, veo la madera de la puerta en mis narices.
Cierro los
ojos y me siento en el banco que hay a la derecha de la puerta de mi clase.
Pongo mi mochila a mi izquierda y entrelazo mis manos.
Hoy no se me
viene a la mente sus rizos y su sonrisa perfecta, sino, analizo cautelosamente
la imagen que fotografíe con mi mente en un solo segundo.
Lo primero
que me encontré fue la chismosa risa que compartían Lilly y Carol al verme, una
sonrisa maliciosa en la que compartían en forma de mirada con algo de
complicidad con Harry. El triángulo de las bermudas quizás podría denominarse.
Me habían
fastidiado el día, y quizás la semana.
Pero si algo
podía distraerme de todo lo malo, eso era llegar a la parte de analizar a ese
Liam algo intimidado por estar solo. A ese Liam tan frágil en el pupitre
de al lado del mío, con su flequillo tan perfectamente peinado para el lado,
alisado, con su gesto torcido y con algo de ilusión al verme aparecer por la
puerta.
¡Maldita
sea! ¿Por qué cuando al fin encuentro a alguien con el que me siento a gusto,
no le convengo? ¿Acaso soy egoísta? ¿Acaso lo he sido alguna vez? ¡No! Ahora no será menos.
Lo mejor
para Liam será que yo me aleje de él y que le deje ser alguien en este
instituto. Conmigo no será nada más que una simple pocilga de persona, como la
imagen que tienen todos de mí.
La idea de
abandonar el instituto, al menos hoy, se me ilumina en forma de genial idea en
mi mente.
Cojo mi
mochila y la cargo sobre mis hombros, decidida a abandonar el instituto, o más
conocido como cárcel para adolescentes.
El timbre me
invade los tímpanos. Me sobresalto cuando me doy cuenta de que ya ha pasado
todo el tiempo y que en dos segundos los pasillos se estarán invadiendo de
gente.
Intento
mandar una orden a mis piernas para que vayan más rápido, o que directamente
corran, pero una respiración agitada y sofocada me frena.
-¡______! –
Exclama detrás de mi alguien.
Cierro los
ojos y tiemblo por dentro. Mi respiración ya es consciente de ese olor a
limpio.
Me giro y le
miro. Me encuentro de frente con sus pequeños ojos marrones, tan achinados como
el día anterior.
-Liam. – Le
digo, débil, con un gesto algo seco.
-¿Qué te ha
pasado? ¿Por qué has llegado tarde?
Trago saliva
e intento buscar una excusa. No contaba con que nadie se preocupase de por qué
lo he hecho. Ni siquiera contaba con volver a dirigir la palabra a Liam.
-Ah, bueno,
yo…
De repente,
alguien pasa a mi lado derecho, sonriente. Parece estar hablando con alguien
más, y mi mundo se hace pequeño, más de lo que ya habitualmente es.
El demonio
de ojos verdes, rizos y perfectos hoyuelos, viene acompañado de uno de sus
mejores amigos.
Le miro con
desgana y me hace un gesto, el cual yo entiendo perfectamente.
-...Yo creo que
no te importa. – Añado a la frase que estaba intentando decir a Liam.
Su cara es totalmente
de asombro y yo me arrepiento automáticamente de ser tan estúpida. Pero solo
quiero su bien, y sé que yo no lo soy.
Harry me
sonríe, satisfecho de lo que acabo de hacer. Automáticamente, pasa su brazo por
el cuello de Liam y le conduce a la clase, donde quizás intente convencerle de
algo.
Suspiro y
recargo la mochila sobre mis hombros, convenciéndome de que he hecho lo mejor
para él.
Comienzo a
andar y me invado en un largo camino a pie, donde me espera como meta mi casa.
***
Continúo con
el mando de la televisión en la mano, buscando algún canal que emita algo que
sea capaz de distraerme de lo que tenía en mi cabeza.
Las llaves
se escuchan intentando encajar en la puerta entonces. Quito la manta que me
cubría el cuerpo parcialmente y comienzo a andar descalza por el salón, hasta
llegar al pasillo de la entrada.
-Hola, papá.
– Musito.
Mi padre me
mira, asustado. Su mano va directa a su pecho y coge y suelta aire rápidamente.
-¡Dios mío!
– Exclama. - ¿Qué diablos haces aquí, _____? ¡Casi me da un infarto por tu
culpa!
Miro hacia
el suelo y sonrío tímidamente. No era mi intención asustar a mi padre.
-No quería
asustarte. – Digo.
-Siento
decirte que lo hiciste.
El hombre me
abre sus brazos, como de costumbre, y me invado en un abrazo que solo él me da.
-¿Qué haces
aquí tan pronto? – Me pregunta.
-Bueno, me
encontraba mal y decidí venirme a casa.
-¿Te
encuentras mal? – Pregunta el hombre asustado.
Me alejo
algo de él y veo como su mano se dirige a mi frente automáticamente. Frunzo el
ceño y admiro cautelosamente todo lo que hace.
-¿Te duele
el estómago, la cabeza, vómitos? – Pregunta mientras va a la cocina y comienza
a buscar desesperadamente algo en los armarios.
-No, papá.
Simplemente algo de malestar. – Contesto, persiguiéndole.
-¿Dolor de
garganta, de pecho? – Continúa preguntándome mientras se acerca a mí con el
termómetro.
-No. –
Contesto.
-Póntelo por
si acaso. – Dice.
Me tiende el
aparato y lo pongo debajo de mi axila, sentándome en una de las sillas de la cocina.
-No te
preocupes, papá. Estoy bien.
-¿Entonces
por qué te viniste a casa? – Pregunta.
El
termómetro comienza a pitar y yo me lo quito, tendiéndoselo a él sin mirarlo.
Sé perfectamente que no tengo fiebre.
-No tienes
fiebre. – Comenta.
Miro hacia
el suelo arrepentida de haber abandonado las clases.
-______...
¿Seguro que te encontrabas mal? – Pregunta.
Trago saliva
y ya no quiero seguir con la mentira. Aun que algo dentro de mí tampoco quiere
seguir mintiéndole.
-Lo siento
papá. – Me disculpo. – A veces me queda
todo esto demasiado grande.
El hombre
mira hacia el techo y temo que sus ojos se estén empezando a inundar.
Niega con la
cabeza y se acerca a mí, poniendo su mano encima de la mía, la cual estaba en
la mesa de la cocina.
-No quiero
que te sientas culpable por nada, ¿vale? – Musita. – Yo soy el culpable de
todo.
-No, papá.
No lo eres. Tú me salvas de todo lo demás.
-Soy una
mierda, ______. Una mierda que no sabe ni siquiera poder ayudar a su hija
cuando más me necesita.
-No, papá.
Por favor.
-Soy un mal
padre. Un asco de padre.
-No…
-Lo siento
por ser así, te mereces algo mejor.
-¡No, joder,
papá!
Mi
intimidante grito hace que se pare de auto culparse. Mis ojos están empañados,
completamente empañados.
Me levanto
de la butaca de la cocina y salgo disparada hacia el jardín. Necesito tomar el
aire.
Salgo tan
rápido como puedo y apoyo mis dos brazos en el tronco del árbol que planté de
pequeña con mi madre. Muchos años después, es un gran y fuerte árbol, como debería de ser yo, porque, eso es lo que queríamos conseguir con ese árbol, ¿no? Que ambos creciésemos a la vez, y ambos fuésemos fuertes y grandes.
Coloco el
gorro de la sudadera en mi cabeza para evitar cualquier contacto exterior
conmigo misma. Solo quiero hundirme más y más, sola. Sin nadie a quien joder o
compadecer por mi culpa.
Quizás esté
así alrededor de una hora, llorando yo junto a mi interior, gritando pero sin
que nadie pudiese oírme, intentando limpiar toda la mierda que llevo encima.
La puerta
del jardín se abre y yo cierro los ojos, no quiero hablar con nadie.
-______. –
La voz de mi padre me llama. – Tienes visita.
Frunzo el
ceño y me sorprendo en mi interior cuando escucho decir eso a mi padre. ¿Visita?
¿De quién?
Me giro
cuidadosamente y veo que está acompañado de Liam. Me sorprendo aún más cuando
la ligera sonrisa del chico permanece, aún viéndome en esta situación.
-Iré a
preparar algo de merendar. – Dice mi padre. -
Ambos
ignoramos como intenta el hombre dejarnos solos, y yo continúo perpleja junto
al árbol.
El chico
comienza a caminar hacia mí y yo me aferro más a mi interior.
-Hola… -
Musita.
Trago saliva
y le observo. No, su olor otra vez no.
-¿Qué haces
aquí? – Pregunto totalmente fría.
-Creo que
tenemos muchas cosas que aclarar. – Dice.
-¿Cómo
cuales?
-Primero,
llegas veinte minutos tarde a la primera clase, cuando cinco minutos antes de
empezar, estabas conmigo. Segundo, Harry Styles se acerca a mí y tiene como
principal tema de conversación soltar pestes de ti. Y tercero, y más increíble,
Nicole te ve tendida en el suelo del pasillo, llorando, sola, en esos veinte
minutos que debías de estar en clase conmigo. A primera hora. ¿Crees que no
debes de aclararme nada enserio?
-No creo que
deba aclararte nada, solo te conozco de un día.
-Quiero que
confíes en mí. Quiero ser tu amigo. ¿Acaso no te das cuenta? He venido
directamente del instituto en cuanto he empezado a cuadrar todo.
-Aléjate de
mí, Liam. No te voy a hacer ningún bien, ni a ti ni a tu reputación.
-¿Por eso
todo esto?
-Te conviene
irte con Harry y todos los de su grupo. Será mejor para ti. Yo ya estoy
acostumbrada a estar sola, incluso lo prefiero. No quiero ser egoísta y
privarte de que tú sí que puedas ser como uno más de ellos. Ellos piensan que
tú podrás ser guay, tanto como ellos.
-¡Me da
igual! Me importa tres mierdas los que ellos piensen de mí. Tú ahora estás
sola, y, ¿Sabes qué? No pienso dejarte que lo estés más tiempo.
PD. ¡Hola amores! Aquí Nerea vuelve. Sé que este capítulo no ha sido gran cosa, pero quiero ir despacio en esta novela, para que todo sea perfecto. :) ¡Espero que no os hayáis olvidado de mi y que os guste Broken tanto o más como las demás novelas!
Siiguela!!! prontito no me dejes Asi Me ah encantado este cap al igual que la Nove Besos xx
ResponderEliminarHOLAAA! *Nueva lectora* AMO INTENSAMENTE TU NOVELA! Siguela o le diré a Kevin que te haga popó en la cabeza. Nahh mentira x) pero siguela que me estás matando de la angustia ;)
ResponderEliminarPerfecto, simplemente perfecto *-* xx
ResponderEliminarme encanta tú nove!! Siguelá
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