lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 5.

Sigo tendida en el suelo, recostada en mi costado. Las lágrimas amenazan con salir de sus órbitas y parece que mis codos están siendo cada vez más débiles, parecen como si casi no pudiesen soportar mi peso.

De repente, me hundo y mi codo me falla, haciendo que todo mi peso se derrumbe en el suelo.

Estoy tumbada de lado en las baldosas pisadas por cientos de personas diarias. Mi pelo se extiende por el suelo y mi estómago se encoje cuando recuerdo la humillación que ha hecho Harry delante de todos.

Maldito bastardo.

Sin embargo, algo dentro de mí grita con todas sus fuerzas, con toda su alma, que Harry tiene toda la razón del mundo. Yo no soy alguien que beneficiará a la reputación de Liam; Directamente, yo no soy alguien.

Estoy mejor en el papel de amargada solitaria, en el papel de no ser nadie.

Oigo pasos detrás de mí, pero permanezco tumbada en el suelo del pasillo, donde no hay nadie.

Mis ojos cerrados intentando hacer más pequeño el sufrimiento recientemente vivido.

-¡Oh, Dios mío! – Exclama una voz femenina detrás de mí. -¿Qué diablos te ha pasado?

No me inmuto y, segundos después, en mi vista aparecen un par de botas camperas, marrones.

La chica toca mi hombro y gasta todas sus fuerzas en volver a ponerme erguida, al menos en el suelo.

Cuando vuelvo al mundo real, me doy cuenta de que es Nicole, la “prima pesada de Liam”

-¿Por qué estás en el suelo? – Exclama, preocupada mientras se pone de cuclillas a mi altura. – Parecía como si te hubieses desmayado.

Y agradecería haberlo hecho.

-Estoy bien. – Consigo decir.
-¿Bien? Estás llorando como una niña pequeña. ¿Seguro que estás bien?

Pestañeo rápidamente e intento disimular mi angustia.

-Sí, gracias.

La chica frunce su ceño y yo boto por dentro.

-No te conozco mucho, pero algo dentro de mí me dice que las personas no se quedan tumbadas en el suelo por sí solas.

Nicole se queda callada esperando alguna explicación que no va a llegar.

-Entiendo que no me lo quieras contar. – Murmura acompañada de un gesto de evidencia.
-Gracias. – Agradezco.

Apoyo mis muñecas en el suelo y consigo levantarme, a la vez que ella.

-No hay de qué. – Contesta.

Asiento con la cabeza y comienza a andar hacia las escaleras. Quizás su clase esté arriba.

-Oye. – Exclama parándose en seco.

La miro desde la distancia y arrugo la frente, expectante de qué querrá preguntarme.

-Supongo que Liam estará esperándote en clase. – Informa.

Asiento con la cabeza y dejo que se vaya.

¿Por qué yo no puedo ser así? ¿Por qué yo no puedo ser rubia, alta, y con unos ojos totalmente impresionantes? ¿Por qué yo no puedo ser un pivón de infarto, la cual tiene millones de amigos y muchas personas que no dejan de recibir halagos?

Resoplo y tardo dos minutos en llegar a mi clase. Llamo a la puerta dos veces, con golpes secos.

Escucho la voz de la profesora aproximarse a la puerta, y tengo un repentino miedo en el estómago.

La mujer abre la puerta y me encuentro con una alta e intimidante profesora de inglés. Me observa de arriba abajo y su gesto es totalmente frío y serio.

-Señorita Miller. – Musita, en un tono estricto.
-Buenos días, señora Kinston.
-¿Lleva usted reloj? – Pregunta.

Niego con la cabeza y ella arruga el labio.

-Debe. – Ordena.

Giro el labio y dirijo mi mirada al suelo.

-¿Puedo pasar? – Susurro, con miedo.
-Mejor piénseselo la próxima vez.

Subo la mirada y, sin querer, hago una revisión instantánea en mi cerebro de la clase. Después, mi mirada va a los ojos de la profesora, que contienen algo de enfado. Acto seguido, veo la madera de la puerta en mis narices.

Cierro los ojos y me siento en el banco que hay a la derecha de la puerta de mi clase. Pongo mi mochila a mi izquierda y entrelazo mis manos.

Hoy no se me viene a la mente sus rizos y su sonrisa perfecta, sino, analizo cautelosamente la imagen que fotografíe con mi mente en un solo segundo.

Lo primero que me encontré fue la chismosa risa que compartían Lilly y Carol al verme, una sonrisa maliciosa en la que compartían en forma de mirada con algo de complicidad con Harry. El triángulo de las bermudas quizás podría denominarse.

Me habían fastidiado el día, y quizás la semana.

Pero si algo podía distraerme de todo lo malo, eso era llegar a la parte de analizar a ese Liam algo intimidado por estar solo. A ese Liam tan frágil en el pupitre de al lado del mío, con su flequillo tan perfectamente peinado para el lado, alisado, con su gesto torcido y con algo de ilusión al verme aparecer por la puerta.

¡Maldita sea! ¿Por qué cuando al fin encuentro a alguien con el que me siento a gusto, no le convengo? ¿Acaso soy egoísta? ¿Acaso lo he sido alguna vez? ¡No! Ahora no será menos.

Lo mejor para Liam será que yo me aleje de él y que le deje ser alguien en este instituto. Conmigo no será nada más que una simple pocilga de persona, como la imagen que tienen todos de mí.

La idea de abandonar el instituto, al menos hoy, se me ilumina en forma de genial idea en mi mente.

Cojo mi mochila y la cargo sobre mis hombros, decidida a abandonar el instituto, o más conocido como cárcel para adolescentes.

El timbre me invade los tímpanos. Me sobresalto cuando me doy cuenta de que ya ha pasado todo el tiempo y que en dos segundos los pasillos se estarán invadiendo de gente.

Intento mandar una orden a mis piernas para que vayan más rápido, o que directamente corran, pero una respiración agitada y sofocada me frena.

-¡______! – Exclama detrás de mi alguien.

Cierro los ojos y tiemblo por dentro. Mi respiración ya es consciente de ese olor a limpio.

Me giro y le miro. Me encuentro de frente con sus pequeños ojos marrones, tan achinados como el día anterior.

-Liam. – Le digo, débil, con un gesto algo seco.
-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has llegado tarde?

Trago saliva e intento buscar una excusa. No contaba con que nadie se preocupase de por qué lo he hecho.  Ni siquiera contaba con volver a dirigir la palabra a Liam.

-Ah, bueno, yo…

De repente, alguien pasa a mi lado derecho, sonriente. Parece estar hablando con alguien más, y mi mundo se hace pequeño, más de lo que ya habitualmente es.

El demonio de ojos verdes, rizos y perfectos hoyuelos, viene acompañado de uno de sus mejores amigos.

Le miro con desgana y me hace un gesto, el cual yo entiendo perfectamente.

-...Yo creo que no te importa. – Añado a la frase que estaba intentando decir a Liam.

Su cara es totalmente de asombro y yo me arrepiento automáticamente de ser tan estúpida. Pero solo quiero su bien, y sé que yo no lo soy.

Harry me sonríe, satisfecho de lo que acabo de hacer. Automáticamente, pasa su brazo por el cuello de Liam y le conduce a la clase, donde quizás intente convencerle de algo.

Suspiro y recargo la mochila sobre mis hombros, convenciéndome de que he hecho lo mejor para él.
Comienzo a andar y me invado en un largo camino a pie, donde me espera como meta mi casa.

***

Continúo con el mando de la televisión en la mano, buscando algún canal que emita algo que sea capaz de distraerme de lo que tenía en mi cabeza.

Las llaves se escuchan intentando encajar en la puerta entonces. Quito la manta que me cubría el cuerpo parcialmente y comienzo a andar descalza por el salón, hasta llegar al pasillo de la entrada.

-Hola, papá. – Musito.

Mi padre me mira, asustado. Su mano va directa a su pecho y coge y suelta aire rápidamente.

-¡Dios mío! – Exclama. - ¿Qué diablos haces aquí, _____? ¡Casi me da un infarto por tu culpa!

Miro hacia el suelo y sonrío tímidamente. No era mi intención asustar a mi padre.

-No quería asustarte. – Digo.
-Siento decirte que lo hiciste.

El hombre me abre sus brazos, como de costumbre, y me invado en un abrazo que solo él me da.

-¿Qué haces aquí tan pronto? – Me pregunta.
-Bueno, me encontraba mal y decidí venirme a casa.
-¿Te encuentras mal? – Pregunta el hombre asustado.

Me alejo algo de él y veo como su mano se dirige a mi frente automáticamente. Frunzo el ceño y admiro cautelosamente todo lo que hace.

-¿Te duele el estómago, la cabeza, vómitos? – Pregunta mientras va a la cocina y comienza a buscar desesperadamente algo en los armarios.
-No, papá. Simplemente algo de malestar. – Contesto, persiguiéndole.
-¿Dolor de garganta, de pecho? – Continúa preguntándome mientras se acerca a mí con el termómetro.
-No. – Contesto.
-Póntelo por si acaso. – Dice.

Me tiende el aparato y lo pongo debajo de mi axila, sentándome en una de las sillas de la cocina.

-No te preocupes, papá. Estoy bien.
-¿Entonces por qué te viniste a casa? – Pregunta.

El termómetro comienza a pitar y yo me lo quito, tendiéndoselo a él sin mirarlo. Sé perfectamente que no tengo fiebre.

-No tienes fiebre. – Comenta.

Miro hacia el suelo arrepentida de haber abandonado las clases.

-______... ¿Seguro que te encontrabas mal? – Pregunta.

Trago saliva y ya no quiero seguir con la mentira. Aun que algo dentro de mí tampoco quiere seguir mintiéndole.

-Lo siento papá. – Me disculpo. – A  veces me queda todo esto demasiado grande.

El hombre mira hacia el techo y temo que sus ojos se estén empezando a inundar.

Niega con la cabeza y se acerca a mí, poniendo su mano encima de la mía, la cual estaba en la mesa de la cocina.

-No quiero que te sientas culpable por nada, ¿vale? – Musita. – Yo soy el culpable de todo.
-No, papá. No lo eres. Tú me salvas de todo lo demás.
-Soy una mierda, ______. Una mierda que no sabe ni siquiera poder ayudar a su hija cuando más me necesita.
-No, papá. Por favor.
-Soy un mal padre. Un asco de padre.
-No…
-Lo siento por ser así, te mereces algo mejor.
-¡No, joder, papá!

Mi intimidante grito hace que se pare de auto culparse. Mis ojos están empañados, completamente empañados.

Me levanto de la butaca de la cocina y salgo disparada hacia el jardín. Necesito tomar el aire.

Salgo tan rápido como puedo y apoyo mis dos brazos en el tronco del árbol que planté de pequeña con mi madre. Muchos años después, es un gran y fuerte árbol, como debería de ser yo, porque, eso es lo que queríamos conseguir con ese árbol, ¿no? Que ambos creciésemos a la vez, y ambos fuésemos fuertes y grandes.

Coloco el gorro de la sudadera en mi cabeza para evitar cualquier contacto exterior conmigo misma. Solo quiero hundirme más y más, sola. Sin nadie a quien joder o compadecer por mi culpa.

Quizás esté así alrededor de una hora, llorando yo junto a mi interior, gritando pero sin que nadie pudiese oírme, intentando limpiar toda la mierda que llevo encima.

La puerta del jardín se abre y yo cierro los ojos, no quiero hablar con nadie.

-______. – La voz de mi padre me llama. – Tienes visita.

Frunzo el ceño y me sorprendo en mi interior cuando escucho decir eso a mi padre. ¿Visita? ¿De quién?

Me giro cuidadosamente y veo que está acompañado de Liam. Me sorprendo aún más cuando la ligera sonrisa del chico permanece, aún viéndome en esta situación.

-Iré a preparar algo de merendar. – Dice mi padre. -

Ambos ignoramos como intenta el hombre dejarnos solos, y yo continúo perpleja junto al árbol.

El chico comienza a caminar hacia mí y yo me aferro más a mi interior.

-Hola… - Musita.

Trago saliva y le observo. No, su olor otra vez no.

-¿Qué haces aquí? – Pregunto totalmente fría.
-Creo que tenemos muchas cosas que aclarar. – Dice.
-¿Cómo cuales?
-Primero, llegas veinte minutos tarde a la primera clase, cuando cinco minutos antes de empezar, estabas conmigo. Segundo, Harry Styles se acerca a mí y tiene como principal tema de conversación soltar pestes de ti. Y tercero, y más increíble, Nicole te ve tendida en el suelo del pasillo, llorando, sola, en esos veinte minutos que debías de estar en clase conmigo. A primera hora. ¿Crees que no debes de aclararme nada enserio? 
-No creo que deba aclararte nada, solo te conozco de un día.
-Quiero que confíes en mí. Quiero ser tu amigo. ¿Acaso no te das cuenta? He venido directamente del instituto en cuanto he empezado a cuadrar todo.
-Aléjate de mí, Liam. No te voy a hacer ningún bien, ni a ti ni a tu reputación.
-¿Por eso todo esto?
-Te conviene irte con Harry y todos los de su grupo. Será mejor para ti. Yo ya estoy acostumbrada a estar sola, incluso lo prefiero. No quiero ser egoísta y privarte de que tú sí que puedas ser como uno más de ellos. Ellos piensan que tú podrás ser guay, tanto como ellos.

-¡Me da igual! Me importa tres mierdas los que ellos piensen de mí. Tú ahora estás sola, y, ¿Sabes qué? No pienso dejarte que lo estés más tiempo.

PD. ¡Hola amores! Aquí Nerea vuelve. Sé que este capítulo no ha sido gran cosa, pero quiero ir despacio en esta novela, para que todo sea perfecto. :) ¡Espero que no os hayáis olvidado de mi y que os guste Broken tanto o más como las demás novelas! 


4 comentarios:

  1. Siiguela!!! prontito no me dejes Asi Me ah encantado este cap al igual que la Nove Besos xx

    ResponderEliminar
  2. HOLAAA! *Nueva lectora* AMO INTENSAMENTE TU NOVELA! Siguela o le diré a Kevin que te haga popó en la cabeza. Nahh mentira x) pero siguela que me estás matando de la angustia ;)

    ResponderEliminar
  3. Perfecto, simplemente perfecto *-* xx

    ResponderEliminar