Miro a Liam
desconcertada. Su cara muestra agonía y ganas de dar pasos marcha atrás. Creo
que está pensando que el venir aquí no ha sido la mejor opción entre las que se
balanceaba.
Vuelvo la
mirada al tronco y escucho como, en vez de dar pasos hacia atrás que era lo que
yo pensaba que haría, da dos pasos hacia mí.
Giro
despacio mi cabeza hacia él y le reviso de arriba abajo. Su mano está subiendo
lentamente y la tiene extendida, con la palma abierta, como si quisiese que la
cogiera.
-Vamos, ven.
– Me dice.
Frunzo el
ceño y mi cara se paraliza. ¿Qué intenta?
-Quiero que
me acompañes a un lugar donde estoy seguro que el gorro no te hará falta. – Me dice.
– Y mucho menos esa cara.
Trago saliva
y regreso la mirada a su palma blanca y aparentemente suave.
-No. – Me niego.
El chico
agita de nuevo su mano y yo ahora le miro a los ojos. Su sonrisa hace que le
salgan esas pequeñas arruguitas. Ruedo los ojos y, por un momento, los pongo en
blanco.
-No te estoy
ofreciendo respuesta, te estoy exigiendo que vengas. – Dice.
-No, Liam.
No quiero. – Contesto.
-Bueno, si prefieres
quedarte aquí mirando a un tronco, está bien. Yo mañana en cuanto vea a Harry
le diré algo que no te gustará, ni a ti ni a él.
Me giro
sobresaltada e intimidada por la amenaza que acaba de vocalizar Liam.
-¿Qué
piensas decirle? – Pregunto, sofocada.
-Quizás le vendría
bien saber que me chivaré al director por lo que te hizo esta mañana.
La pose de
Liam no ha cambiado ni un milímetro, y si algo lo hace, es su sonrisa, que se
aumenta cada segundo más. Daría lo que fuese por tener esa facilidad de hacerlo
yo también.
Y, por un
segundo, soy consciente de lo que acaba de decir Liam.
-¡¿Qué?! –
Exclamo dándome completamente la vuelta.
El chico se
rompe en una carcajada intensa, pero no baja el brazo. Quizás ya se le esté
durmiendo, pero él continua con él extendido.
-¿Qué te
parece? – Pregunta.
-Harry te
matará. – Contesto.
-No será
para tanto, dos meses en el hospital por una fuerte paliza.
-¡Y después
te mataré yo! – Exclamo.
-Perfecto,
ya le dije a Nicole las flores que me gustaría que llevasen a mi tumba. –
Contesta.
La
perseverancia de Liam me estresa. Ese chico tiene respuestas para todo.
-Has dado la
espalda al árbol. – Dice. – Ya he conseguido algo. Ahora, solo dame la mano.
-¿Cómo
quieres que te diga que no lo voy a hacer?
-Es una
exigencia, señorita Miller. – Contesta.
Suspiro
mirando al cielo. Me doy cuenta de que he dejado de llorar, ahora estoy
concentrada en intentar echar a Liam de mi espacio vital.
-Bien,
señorito Payne. No quiero aceptarla.
-Entonces,
me encantaría que viniese a mi entierro. Será dentro de dos días.
Y, de
repente, una sonrisa se fue colocando en mi rostro.
El chico
agita por tercera vez su mano y yo la miro, sin ceder, sacudiendo la cabeza.
-Está bien. –
Dice.
Por fin baja
su brazo. Parece entender que no quiero ir. Sin embargo, ni dos segundos tarda
en viajar, no uno, sino sus dos brazos a mi cabeza, cogiendo los bordes de la
capucha, y retirándola de mi pelo.
De nuevo,
pone su brazo extendido para que coja su mano.
-A lo mejor
es que la capucha no te dejaba ver que mi mano lleva ofreciéndote ser cogida
desde hace algo más de diez minutos. – Musita.
Sonrío sin
miedo. Sí, así es. No tengo miedo, ni me intimida. Ese chico hace que de verdad
pueda ser como soy con él. Sin complejos, sin miedo. Yo misma.
-Como no me
cojas ya la mano tendré que llevarte a cuestas. – Me dice.
-Soy de
ideas fijas. – Contesto.
-Está bien,
_____. Está bien.
Baja la
mano. ¡Sí! Por fin. Liam Payne se ha rendido ante _____ Miller.
Muestro una
sonrisa y, un segundo después, veo como se abalanza poniendo su cabeza en mi
tripa y rodeando mi cintura con sus manos.
Me alza en
el aire y me coloca en su hombro, tirando todo mi tronco por su espalda, y
agarrándome fuertemente por las rodillas.
Estoy cabeza
abajo del mundo y veo como está entrando a mi casa, al hall concretamente. Su
olor a limpio es lo único de lo que soy cien por cien consciente.
-¡Un placer
de nuevo, señor Miller! – Exclama mientras forcejea conmigo para abrir el pomo
de la puerta. – Prometo que vendrá a casa pronto.
-¡Liam! ¡No!
¡Espera! – Le suplico.
Mi padre
sale corriendo al pasillo y me mira. Se sorprende de que vaya en esa situación
y arruga su frente. Le miro y encojo los hombros, yo tampoco sé de qué va todo
esto.
El hombre
sonríe y yo sonrío.
¿Qué tipo de
fenómeno es Liam que, vaya donde vaya, saca sonrisas hasta en las peores
situaciones?
Salimos
hacia la pasarela de azulejos anaranjados y terminamos empezando a callejear
por las calles de los chalets vecinos.
-Puedes
soltarme ya. – Le sugiero a Liam.
-¿Cómo sé
que no te escaparás? – Pregunta, casi sin poder respirar. Está haciendo un
sobreesfuerzo.
-No lo haré.
– Le digo.
-No, no estoy
convencido. Necesito asegurarme.
-Te digo que
no me iré, Liam. – Le contesto.
-Y yo te
digo que no te creo.
-Creo que se
me está bajando la sangre a la cabeza. ¡No me iré! - Exclamo.
-Dime algo
convincente.
Cojo aire mientras
me doy tiempo para pensar en algo en lo que él pueda confiar. Para pensar en
algo que le convenza de que no me iré.
-Te lo
prometo. – Murmuro.
-¿Qué? No te
he oído.
-¡Te prometo
que no me iré! – Exclamo.
El chico se
para en seco y, con cuidado, agarra mis caderas para resbalarme por su torso y,
finalmente, soltarme en el suelo.
Estoy en
frente de él y veo como pone sus dos manos en mis hombros. Subo los ojos para
dar con los suyos y le veo rojo, sofocado.
-¿Me has
prometido que no te irás? – Pregunta.
Asiento con
la cabeza mientras arqueo una ceja. ¿He hecho mal?
-Entonces,
debes cumplirlo. – Añade.
-No me voy a
ir, Liam.
-Entonces,
cuando veas a Harry en el instituto y estés conmigo, no puedes irte.
-¡¿Otra vez
con el maldito tema?! – Exclamo.
Mi gesto
ahora se cambia a total enfado, ¿Acaso solo quería traerme a estas calles para
esto?
-Me has
prometido que no te irás. – Dice.
-Que no me
iré ahora.
-Debió haber
especificado, señorita. Sino, ya sabe la consecuencia. El director estará encantado de saber a qué se dedica Styles.
Mi boca se
abre poco a poco. Mi gesto es completa sorpresa.
Liam empieza
a andar y me agarra de la muñeca para que yo siga su paso. Él va más apresurado
que yo. Yo, simplemente, lucho por seguirle el paso, casi corriendo.
-Te estoy
diciendo que no me voy a escapar. – Le digo intentando quitarle de mi muñeca.
Su piel es
tan suave…
-¿Acaso no
te das cuenta de que me da igual lo popular que sean esos chicos? – Me pregunta.
-Liam, yo no
soy lo mejor para ti. Debes elegir estar con ellos.
El chico se
para en un chalet que hace esquina. El número siete. ¡Vaya! Parece grande.
Desde el exterior se ve una pequeña vaya con una puerta de barras marrones. Un
pequeño pasillo detrás de esa puerta, el que termina en unas escaleras que
llevan a la puerta de la casa. Al lado de las escaleras hay parte de la
fachada, con una ventana.
Estoy
haciendo el resumen cuando Liam coge mis hombros de nuevo y gira todo mi cuerpo
hacia él.
-Debes saber
que, en cuanto me subí en el autobús y vi la clase de personas que erais cada
uno, elegí. Y creo que ahora mismo sabes a quien.
Si algunas
personas en el mundo tenían un don destacado, eran tres: Einstein y la ciencia,
Picasso y la pintura, y Liam y la agilidad de dejar sin palabras siempre. A quien fuese.
Después de
decirme eso, se acerca a la puerta de hierro y saca un juego de llaves, las
cuales busca y encaja a la ranura.
Pasa y
espera apoyado en la puerta a que pase yo.
-Adelante,
señorita. – Me dice.
¿Por qué me
llama así? La elegancia ya la lleva en su sangre, no hace falta que lo muestre
más.
Doy pasos
cortos hasta pisar el suelo de piedra que decora la entrada. Aún sigo
preguntándome dónde diablos estoy.
Liam se
encarga de cerrar la puertecilla.
-Puedes
subir las escaleras, esa puerta siempre está abierta.
Le hago caso
y subo hasta coger el pomo de la puerta, la cual tiene dos ventanas, arriba y
abajo. Son decoradas por líneas de aluminio blanco en cada parte de las
ventanas.
Bajo el pomo
y se abre. Ahora estoy en una especie de entrada en la que hay una puerta
completamente blanca. Un felpudo a sus pies. A mi derecha, en la mitad de la
pared de ladrillos, una ventana con el mismo diseño que la puerta por la que
acabo de entrar. Debajo de ellas una serie de zapatos junto a un paragüero.
En la pared
de la izquierda, tiestos colgados elegantemente.
-Ahora es
mejor que me dejes a mí. – Me dice Liam.
Me giro y
alza las llaves, dándome a entender que esa siempre está cerrada.
Le dejo paso
y le persigo con la mirada, mientras él busca la llave que encaja en esa
puerta.
No tarda ni
dos segundos y lo hace. La puerta blanca se abre y Liam pasa.
-¡Ya estoy
en casa! – Exclama.
¡SEGUNDO CAPÍTULO DE HOY!: http://brokenn1d.blogspot.com.es/2013/12/capitulo-7_29.html
'Ahora le miro a los ojos. Su sonrisa hace que le salgan esas pequeñas arruguitas' Y son este tipo de frases las que me hacen sonreír como una tonta. Gracias, encantador
ResponderEliminar