domingo, 29 de diciembre de 2013

Capítulo 6.

Miro a Liam desconcertada. Su cara muestra agonía y ganas de dar pasos marcha atrás. Creo que está pensando que el venir aquí no ha sido la mejor opción entre las que se balanceaba.

Vuelvo la mirada al tronco y escucho como, en vez de dar pasos hacia atrás que era lo que yo pensaba que haría, da dos pasos hacia mí.

Giro despacio mi cabeza hacia él y le reviso de arriba abajo. Su mano está subiendo lentamente y la tiene extendida, con la palma abierta, como si quisiese que la cogiera.

-Vamos, ven. – Me dice.

Frunzo el ceño y mi cara se paraliza. ¿Qué intenta?

-Quiero que me acompañes a un lugar donde estoy seguro que el gorro no te hará falta. – Me dice. – Y mucho menos esa cara.

Trago saliva y regreso la mirada a su palma blanca y aparentemente suave.

-No. – Me niego.

El chico agita de nuevo su mano y yo ahora le miro a los ojos. Su sonrisa hace que le salgan esas pequeñas arruguitas. Ruedo los ojos y, por un momento, los pongo en blanco.

-No te estoy ofreciendo respuesta, te estoy exigiendo que vengas. – Dice.
-No, Liam. No quiero. – Contesto.
-Bueno, si prefieres quedarte aquí mirando a un tronco, está bien. Yo mañana en cuanto vea a Harry le diré algo que no te gustará, ni a ti ni a él.

Me giro sobresaltada e intimidada por la amenaza que acaba de vocalizar Liam.

-¿Qué piensas decirle? – Pregunto, sofocada.
-Quizás le vendría bien saber que me chivaré al director por lo que te hizo esta mañana.

La pose de Liam no ha cambiado ni un milímetro, y si algo lo hace, es su sonrisa, que se aumenta cada segundo más. Daría lo que fuese por tener esa facilidad de hacerlo yo también.

Y, por un segundo, soy consciente de lo que acaba de decir Liam.

-¡¿Qué?! – Exclamo dándome completamente la vuelta.

El chico se rompe en una carcajada intensa, pero no baja el brazo. Quizás ya se le esté durmiendo, pero él continua con él extendido.

-¿Qué te parece? – Pregunta.
-Harry te matará. – Contesto.
-No será para tanto, dos meses en el hospital por una fuerte paliza.
-¡Y después te mataré yo! – Exclamo.
-Perfecto, ya le dije a Nicole las flores que me gustaría que llevasen a mi tumba. – Contesta.

La perseverancia de Liam me estresa. Ese chico tiene respuestas para todo.

-Has dado la espalda al árbol. – Dice. – Ya he conseguido algo.  Ahora, solo dame la mano.
-¿Cómo quieres que te diga que no lo voy a hacer?
-Es una exigencia, señorita Miller. – Contesta.

Suspiro mirando al cielo. Me doy cuenta de que he dejado de llorar, ahora estoy concentrada en intentar echar a Liam de mi espacio vital.

-Bien, señorito Payne. No quiero aceptarla.
-Entonces, me encantaría que viniese a mi entierro. Será dentro de dos días.

Y, de repente, una sonrisa se fue colocando en mi rostro.

El chico agita por tercera vez su mano y yo la miro, sin ceder, sacudiendo la cabeza.

-Está bien. – Dice.

Por fin baja su brazo. Parece entender que no quiero ir. Sin embargo, ni dos segundos tarda en viajar, no uno, sino sus dos brazos a mi cabeza, cogiendo los bordes de la capucha, y retirándola de mi pelo.

De nuevo, pone su brazo extendido para que coja su mano.

-A lo mejor es que la capucha no te dejaba ver que mi mano lleva ofreciéndote ser cogida desde hace algo más de diez minutos. – Musita.

Sonrío sin miedo. Sí, así es. No tengo miedo, ni me intimida. Ese chico hace que de verdad pueda ser como soy con él. Sin complejos, sin miedo. Yo misma.

-Como no me cojas ya la mano tendré que llevarte a cuestas. – Me dice.
-Soy de ideas fijas. – Contesto.
-Está bien, _____. Está bien.

Baja la mano. ¡Sí! Por fin. Liam Payne se ha rendido ante _____ Miller.

Muestro una sonrisa y, un segundo después, veo como se abalanza poniendo su cabeza en mi tripa y rodeando mi cintura con sus manos.

Me alza en el aire y me coloca en su hombro, tirando todo mi tronco por su espalda, y agarrándome fuertemente por las rodillas.

Estoy cabeza abajo del mundo y veo como está entrando a mi casa, al hall concretamente. Su olor a limpio es lo único de lo que soy cien por cien consciente.

-¡Un placer de nuevo, señor Miller! – Exclama mientras forcejea conmigo para abrir el pomo de la puerta. – Prometo que vendrá a casa pronto.
-¡Liam! ¡No! ¡Espera! – Le suplico.

Mi padre sale corriendo al pasillo y me mira. Se sorprende de que vaya en esa situación y arruga su frente. Le miro y encojo los hombros, yo tampoco sé de qué va todo esto.

El hombre sonríe y yo sonrío.

¿Qué tipo de fenómeno es Liam que, vaya donde vaya, saca sonrisas hasta en las peores situaciones?

Salimos hacia la pasarela de azulejos anaranjados y terminamos empezando a callejear por las calles de los chalets vecinos.

-Puedes soltarme ya. – Le sugiero a Liam.
-¿Cómo sé que no te escaparás? – Pregunta, casi sin poder respirar. Está haciendo un sobreesfuerzo.
-No lo haré. – Le digo.
-No, no estoy convencido. Necesito asegurarme.
-Te digo que no me iré, Liam. – Le contesto.
-Y yo te digo que no te creo.
-Creo que se me está bajando la sangre a la cabeza. ¡No me iré!  - Exclamo.
-Dime algo convincente.

Cojo aire mientras me doy tiempo para pensar en algo en lo que él pueda confiar. Para pensar en algo que le convenza de que no me iré.

-Te lo prometo. – Murmuro.
-¿Qué? No te he oído.
-¡Te prometo que no me iré! – Exclamo.

El chico se para en seco y, con cuidado, agarra mis caderas para resbalarme por su torso y, finalmente, soltarme en el suelo.

Estoy en frente de él y veo como pone sus dos manos en mis hombros. Subo los ojos para dar con los suyos y le veo rojo, sofocado.

-¿Me has prometido que no te irás? – Pregunta.

Asiento con la cabeza mientras arqueo una ceja. ¿He hecho mal?

-Entonces, debes cumplirlo. – Añade.
-No me voy a ir, Liam.
-Entonces, cuando veas a Harry en el instituto y estés conmigo, no puedes irte.
-¡¿Otra vez con el maldito tema?! – Exclamo.

Mi gesto ahora se cambia a total enfado, ¿Acaso solo quería traerme a estas calles para esto?

-Me has prometido que no te irás. – Dice.
-Que no me iré ahora.
-Debió haber especificado, señorita. Sino, ya sabe la consecuencia. El director estará encantado de saber a qué se dedica Styles.

Mi boca se abre poco a poco. Mi gesto es completa sorpresa.

Liam empieza a andar y me agarra de la muñeca para que yo siga su paso. Él va más apresurado que yo. Yo, simplemente, lucho por seguirle el paso, casi corriendo.

-Te estoy diciendo que no me voy a escapar. – Le digo intentando quitarle de mi muñeca.

Su piel es tan suave…

-¿Acaso no te das cuenta de que me da igual lo popular que sean esos chicos? – Me pregunta.
-Liam, yo no soy lo mejor para ti. Debes elegir estar con ellos.

El chico se para en un chalet que hace esquina. El número siete. ¡Vaya! Parece grande. Desde el exterior se ve una pequeña vaya con una puerta de barras marrones. Un pequeño pasillo detrás de esa puerta, el que termina en unas escaleras que llevan a la puerta de la casa. Al lado de las escaleras hay parte de la fachada, con una ventana.

Estoy haciendo el resumen cuando Liam coge mis hombros de nuevo y gira todo mi cuerpo hacia él.

-Debes saber que, en cuanto me subí en el autobús y vi la clase de personas que erais cada uno, elegí. Y creo que ahora mismo sabes a quien.

Si algunas personas en el mundo tenían un don destacado, eran tres: Einstein y la ciencia, Picasso y la pintura, y Liam y la agilidad de dejar sin palabras siempre. A quien fuese.

Después de decirme eso, se acerca a la puerta de hierro y saca un juego de llaves, las cuales busca y encaja a la ranura.

Pasa y espera apoyado en la puerta a que pase yo.

-Adelante, señorita. – Me dice.

¿Por qué me llama así? La elegancia ya la lleva en su sangre, no hace falta que lo muestre más.

Doy pasos cortos hasta pisar el suelo de piedra que decora la entrada. Aún sigo preguntándome dónde diablos estoy.

Liam se encarga de cerrar la puertecilla.

-Puedes subir las escaleras, esa puerta siempre está abierta.

Le hago caso y subo hasta coger el pomo de la puerta, la cual tiene dos ventanas, arriba y abajo. Son decoradas por líneas de aluminio blanco en cada parte de las ventanas.

Bajo el pomo y se abre. Ahora estoy en una especie de entrada en la que hay una puerta completamente blanca. Un felpudo a sus pies. A mi derecha, en la mitad de la pared de ladrillos, una ventana con el mismo diseño que la puerta por la que acabo de entrar. Debajo de ellas una serie de zapatos junto a un paragüero.

En la pared de la izquierda, tiestos colgados elegantemente.

-Ahora es mejor que me dejes a mí. – Me dice Liam.

Me giro y alza las llaves, dándome a entender que esa siempre está cerrada.

Le dejo paso y le persigo con la mirada, mientras él busca la llave que encaja en esa puerta.

No tarda ni dos segundos y lo hace. La puerta blanca se abre y Liam pasa.

-¡Ya estoy en casa! – Exclama.



1 comentario:

  1. 'Ahora le miro a los ojos. Su sonrisa hace que le salgan esas pequeñas arruguitas' Y son este tipo de frases las que me hacen sonreír como una tonta. Gracias, encantador

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