miércoles, 13 de noviembre de 2013

Capítulo 1.

¡Hola amores!
Bueno, pues aquí empieza una nueva novela, la quinta. Aún no sé si de verdad dará buenos resultados, me arriesgo a escribir una novela sin un argumento estructurado, pero quien no arriesga no gana, ¿No?. Sé que he tardado mucho tiempo en escribir esto, pero he estado pensando muchísimo por como comenzar esta novela, y he tenido que decidir entre dos principios, y aquí está el que creo que será más original. 
De nuevo os diré que será una novela con algo de misterio, los dos protagonistas tendrán cosas que se irán descubriendo a lo largo de la novela y lo único que quiero añadir es que espero que no os parezca una novela "común" pues espero que no lo sea, porque aun que al principio pueda parecerlo, no lo será. Por favor, no juzguéis la novela por el principio, estoy segura de que os sorprenderán muchas de las cosas que tengo en mente, y sé que "Broken" no será la típica novela donde la "nerd" es salvada por el chico perfecto. No. Tengo pensadas muchas cosas con las que espero no defraudaros. Sabéis que me encanta ser original y dar los propios toques personales, y eso intentaré hacer siempre.
Lo único que puedo pediros ahora es que disfrutéis de esta nueva novela que espero que sea tan genial como las demás. 
¡Liam Payne, llegó tu turno!

Capítulo 1.

Salgo de mi casa atravesando las baldosas anaranjadas que decoran el camino hasta llegar al final de la pequeña pasarela llena de adosados.

El frío se mete de lleno en mi cuerpo, que aun que está cubierto por un gran y gordo abrigo, no lo cubre del todo.

Miro hacia la esquina donde esperan las mismas personas de siempre, en un día tan oscuro como hoy.

Meto las dos manos en los bolsillos de mi abrigo y miro para la izquierda y la derecha. Me dispongo a ir hacia la estación de autobuses.

Paseo entre mis dejados y desganados pasos por las calles en las que no se escucha ningún ruido más alto que el ladrido de algún perro.

Las solitarias calles cubiertas todavía con la dulce y casi muerta niebla de la mañana, continúan dando pie a un día como el que me espera.

Me doy cuenta que ella me diría que tendría que mantener las fuerzas, pero no me puedo pedir algo así a mí misma un día como hoy, en el que, aparte de mis sentimientos en colores grises y negros, también lo está el día.

Solo camino y miro a los pies de una recaída persona que se anda sin ánimos de encontrar nada más que un simple físico al que destrozan y martirizan a diario. Yo principalmente.

La agonía aún no se ha ido y la autoestima aún sigue bajo tierra. Quizás tres o cuatro pisos más abajo.

Respiro. Creo que las lágrimas se han secado en mi interior. Ninguna amenaza con salir esta mañana.

En ese mismo instante en el que sigo andando para llegar a la estación de autobuses, escucho una risa de un niño que se mete de lleno en mis oídos.

Miro y veo a un precioso niño rubio con ojos azules, el cual se engancha a la pierna de su padre deseoso de algo. Quizás del peluche que lleve el hombre en la mano.

Esa época en la que eres niño no te das cuenta de los problemas a los que te enfrentarás más tarde.

Tampoco te das cuenta de que la alegría te rodea como si te fuese a proteger siempre. Y hay gente que dice que incluso creces, y yo siempre he pensado que eso es algo relativo.

Puedes crecer de altura, pero no como persona. Estoy segura de que el chico de rizos de mi clase estaría de acuerdo conmigo en este punto.

Sonrío por primera vez desde que me levanté al ver que el padre por fin le da el peluche y el niño lo abraza enternecido.

De nuevo la alegría viene por las calles a toda velocidad y le rodea creándole una burbuja de protección que le durará al menos unos tres o cuatro años más.

Sonrío y me doy cuenta de que ya he llegado a la estación de autobuses.

Ni dos minutos tarda en estar el vehículo en la estación, y ni dos segundos tardo yo en, en cuanto se abren las puertas, subir.

Le enseño bono al conductor que me saluda con un amable y seco gesto con la cabeza, como todas las mañanas.

Llego a mi asiento y veo que está ocupado. Frunzo el ceño cuando veo que quien lo ocupa es Emily Hudson, más conocida como Lilly.

Es castaña, con el pelo extremadamente largo. Sus ojos son pequeños y azules, maquillados a la perfección con unos coloretes que marcan sus pómulos y resaltan sus facciones casi siempre. Su cuerpo es detallado con perfectas curvas. Popular, extrovertida, segura de sí misma y consiguiendo todo lo que quiere. Todo. Incluso hundirme y hacerme sentir como una porquería, más de lo que ya sé que soy.

-Este asiento es mío. – Digo, casi temblorosa.

-¿Ah, sí? – Contesta Lilly

Gruño por dentro y quiero matarla.

-Aquí siempre me siento yo. – Contesto.
-Bueno, hoy estoy yo. – Dice.

Miro a su izquierda y allí esta Caroline Blair; Carol. La sonora sonrisa de la chica al comentario tan idiota de su amiga me hace intimidarme.

Carol es la mejor amiga de Lilly. Castaña con el pelo por el pecho, sonrisa perfecta, cara redonda, ojos color miel. Algo extrovertida, sonriente, abierta, inteligente y algo popular. Los únicos defectos que tiene es que es algo idiota, y siempre se deja llevar por lo que digan Lilly o los de su grupo. 

-Hey, _______. Quítate de ahí.

La voz de un chico detrás de mí hace sentirme más pequeña. Miro hacia donde viene la voz y veo que es Harry. Harry Styles.

Rebelde empedernido. Castaño con media melena y repleto de rizos. Ojos verdes y hoyuelos en los mofletes. Engreído, chulo, egocéntrico y con una sonrisa perfecta. Es el deseo de todas las chicas del instituto. Incluso, ¿Para qué mentirnos? Para mí también es el chico perfecto. Pero, ¿Qué diablos? Es algo absolutamente absurdo, dado que sí, efectivamente. Para todos soy el punto de mira, pero no exactamente el punto de mira que a todos les gustaría ser. ¿Quizás la nerd? No, no creo que tengan un mote para alguien tan insignificante en sus vidas como lo puedo llegar a ser yo.

Me retiro un poco hacia atrás y observo como mira embelesado a Lilly.

Suspiro y me doy por vencida. Mi asiento hoy lo he perdido.

¿Por qué? ¿Eh? ¿Por qué diablos tienen que ser así conmigo?

Sí, vale. Soy una auténtica mierda. Todo el mundo lo dice. Soy la típica marginada sin amigos que no sabe aconsejar, porque nunca lo ha hecho. La típica persona que cualquier mujer de sesenta años describiría como callada, tímida y reservada. Pero yo me calificaría como repugnante, insegura y estúpida. Aparte de imbécil, inútil, idiota y toda esa retahíla de adjetivos que podría usar para describir a alguien que se encarga de dar vida a mi cuerpo.

Respiro y me doy cuenta de que estoy apretando los puños casi cortándome la circulación.

Estos pensamientos cada día me destruyen más. Los odio. Me odio.

Contengo las lágrimas y me auto convenzo de que ahí no debo explotar a llorar. Styles se retuerce en su asiento de risa mientras que Lilly y Carol chocan satisfechas de haberme hundido ya mi mísero día.

Sigo de pie en medio del vehículo y, ante su mirada atenta, pulso el botón de la barra y espero a que pare en la próxima estación y, en cuanto lo hace, corro para bajarme del vehículo lo antes posible, no sin antes escuchar algunas críticas pésimas más sobre mí de esos tres.

Salgo por la puerta del medio del autobús y, cuando bajo, empiezo a andar. La estación es la más cercana al parque donde siempre vengo a escribir.

Las lágrimas empiezan a salir de mis ojos y más cuando recuerdo su sonrisa perfecta y el día que es.

Su cabello dorado y perfectamente rizado desplazándosele hacia atrás mientras ella corre en la orilla de la playa, sabiendo que la estamos viendo, y nos estamos enamorando cada vez un poco más de su mirada llena de vida…

Me clavo cuchillos yo sola. Soy un asco.

Tras cinco minutos andando a toda velocidad, llego a uno de los bancos de enfrente del lago. Hay poca gente ya que es temprano. Solo están los de mantenimiento y algún que otro anciano.

Los patos revolotean en el agua mientras yo veo todo borroso por las lágrimas. “Esto ha sido un ataque light para lo que hacen otras veces” Me digo. Y es verdad. Pero hoy todo me parecerá el doble de exagerado. Hoy todo será el doble peor.

Sigo sentada en un extremo del banco, rodeando con mis brazos la mochila y abrazando a lo único material que tengo para consolarme, como siempre, sola.

La angustia e impotencia de no poder cambiar quien soy crece, y no para.

Siento como una presencia se acerca a mí y se sienta en el otro extremo del banco. No quiero mirarle para no ser cotilla y meto la cabeza detrás de la mochila para quitarme todo el campo de visión posible.

-¿Te molesto? – Me preguntan.

Frunzo el ceño sin que me vea. Parece una voz masculina algo ronca y grave. Las lágrimas parecen calmarse, pero no dejan de salir.

Segundos después y tras darme cuenta de que no tiene intención de irse, levanto la mirada y veo a un chico que espera una respuesta. Delgado y con una sudadera negra junto a unos vaqueros oscuros. Su gesto parece inocente y sus pequeños ojos no muestran maldad. Trago saliva cuando sigo describiéndolo en mi mente. Su flequillo está peinado hacia el lado y cae por su frente. Los pómulos parecen más grandes por el gesto que mantiene. Sus labios están rosados y son finos y suaves. Parecen estar cuidados a la perfección. La sonrisa continua que había mostrado desde que le vi parece confirmarlo. Quizás su edad ronde la mía, pero no estoy segura.

De nuevo bajo deprisa la mirada, y la devuelvo al suelo.

-Quizás querrías estar sola, no te veo del todo bien. – Me dice ahora.

Frunzo más el ceño y opto por retirarme con cuidado de la mochila para subir la vista y, disimuladamente, mirar de reojo a la persona que está intentando ser amable conmigo.

El chico sigue teniendo el mismo gesto que cuando le he mirado y me sorprende. Aún tiene la sonrisa en el rostro.

-¿Quieres un clínex? – Me pregunta.

Pestañeo unas cuantas veces y las lágrimas ya no salen. ¿Me está hablando un adolescente de mi edad educadamente? Es algo que debo de escribir en el libro de sorpresas.

-N-no. Gracias. – Consigo decir.

Encoge sus hombros y me revisa de arriba abajo.

-Bien. – Concluye.

Sigo pestañeando y sacudo mi cabeza. ¿Quién diablos es y qué está tratando de hacer? 

Veo que disimuladamente, se hace un hueco en el banco y se sienta en el otro extremo, algo alejado de mí.

-¿De dónde has salido? – Pregunto.
-Estaba en el mismo autobús que tú.
-¿Estabas en el autobús? – Replico, culpable de no haberme dado cuenta.
-Sí. – Dice. – Estaba. Ya no.

Volteo mis ojos y asiento a la evidencia que acaba de decir. Sonríe al ver mi reacción y me doy cuenta de que estoy pensando que es precioso. En realidad es precioso. Aun que no me ha mirado desde que le estoy mirando, es precioso.

-¿Venías aquí? – Pregunto de nuevo.
-No ahora mismo.
-¿Vienes aquí?
-Alguna que otra vez desde que me mudé. Me parece un sitio de la ciudad interesante para pensar. – Me dice, mirando al frente.

¡Vaya! Ese chico parece hablar con propiedad. Por un momento me distrae.

Un enorme silencio nos rodea ahora. Un punzón se clava en mi interior y de nuevo las lágrimas crean un surco de agua en mis ojos.

-Son unos idiotas. – Murmura, mirando todavía recto. – Se creen que humillando a gente son mejores, y no. Son unos ridículos.

Abro mis ojos casi un centímetro más de mi tamaño real.

-¿Eh? – Replico.
-He escuchado todo lo del autobús y lo he mirado pacientemente. Te he visto afectada y no podía dejarte sola.

Mi cara no puede evitar hacer un gesto extraño. Jamás alguien había sido tan generoso conmigo, y menos un desconocido.

-Bueno… Pues… Gracias. Pero tranquilo, estoy bien. – Miento.
-Sí, típico.

El chico se quita la bandolera de los hombros y la pone encima de sus rodillas. La abre y saca una bolsa de plástico con un nudo en las asas. Le miro concentrada y, por otro momento, mis lágrimas se secan.

Lo único que me extraña es que me está ofreciendo ayuda, pero aún casi no me ha mirado.

-Estás bien mientras lloras. – Añade.

Ahora deshace las asas y saca un trozo de pan, el cual sujeta con la mano y va deshaciendo migas para tirárselo a las palomas. Me sorprendo al ver que eso es lo que lleva en su mochila. Qué chico tan raro.

-Era ironía. – Dice. Y, por primera vez, me mira sonriendo.

Pestañeo unas cuantas veces de nuevo y me limpio con la palma de la mano el rostro.

-Sí, estoy bien. – Digo, casi balbuceando.

El chico sonríe sin mostrar sus dientes y yo observo como el corro de palomas cada vez es más grande alrededor de los cachitos de pan que les acaba de tirar.

-¿Eso es lo que llevas en tu mochila? – Pregunto.

El chico me mira y, después, mira a la bolsa.

-¿Esto? – Pregunta.

Asiento y sonríe. Parece que ya me ha mirado tres veces y no se ha asustado.

-Te dije que venía a veces. Tenía pensado venir después de clase, pero creo que mi visita se ha adelantado por una buena causa.
-¿Por qué viniste? - Pregunto, curiosa.
-Te vi mal.
-¿Vas detrás de todas las personas que ves mal?
-¿Por qué iba a hacerlo? – Pregunta sorprendido.
-Has venido detrás de mí.
-Tú necesitabas ayuda.
-Estoy bien.
-No, no lo estás.

Me callo y él saca otro trozo de la bolsa para echárselo a las demás palomas.

-Mírate, estás destrozada. – Añade.
-Tengo mis razones.
-Puedes contármelas.
-No creo que te interesen.
-Confía en mí.
-Eres un desconocido, ni siquiera sé cómo te llamas, no esperes que porque hayas bajado detrás de mí porque supuestamente te he dado “pena” te vaya a confesar por qué estoy así. Tampoco creo que te incumba.

El chico de nuevo ata la bolsa y la guarda, con una pequeña sonrisa, sin yo entender muy bien por qué. 

Después de lo brusca y cortante que he sido – sin querer. – debería de estar serio y yéndose de mi lado.

-No sueles hacerlo normalmente, ¿no? – Pregunta.

Le miro extrañada y él, de nuevo y por cuarta vez, me mira.

-¿El qué? – Pregunto.
-Eso de hablar con la gente.

Este chico me está empezando a asustar. ¿Por qué sabe tanto de mí si ni siquiera sabe cómo me llamo?

-¿Qué más te da?
-Está bien. Si quieres hacemos una cosa. No me digas cómo te llamas, ni yo te diré como me llamo. Así cualquier cosa que me cuentes quedará en el anonimato, yo no sabré quién eres ni tú quien soy yo. No se lo contaré a nadie.

Le miro y me sorprendo. Está definitivamente loco si piensa que le voy a contar algo.

-¿Y bien? – Replica.
-No. – Me niego.

Parece desilusionado con mi respuesta.

-Oh, vamos. No creo que nos volvamos a ver nunca más. – Dice el chico.
-No quiero contarte mis problemas.
-¿Es por ellos?
-No.
-¿Tus notas?
-No.
-¿La clase?
-No…
-¿Tú?
-¡No…!
-¿Alguna fobia o miedo?

Resoplo y le miro mientras que le noto pensativo. Parece no rendirse.

-Tampoco…
-¿Algún examen sin preparar?
-¡Que no! – Exclamo.

El chico pestañea fuertemente y se asusta ante mi intimidante grito. Las palomas que disfrutaban hambrientas de su desayuno, salen volando en cuanto mis cuerdas vocales vibran.

El chico intenta hablar pero no sabe qué decir. Le he intimidado incluso asustado. ¡Mierda…! Baja su mirada al suelo y se siente culpable.

-Hoy es el cumpleaños de mi madre. – Digo.

El chico sube la mirada del suelo y me mira por quinta vez.  Sin embargo, ahora soy yo la que quita rápidamente la mirada y, mientras entrelazo mis dos manos, miro al suelo.

-Felicítala entonces. – Me contesta.
-No puedo. – Digo enseguida. Cortante y fría. - No. No puedo.
-¿Por qué?

Le miro y veo como su cara, aun que sea del todo detallado, muestra el gesto de una sonrisa.

-No puedo. – Concreto.

Él entiende que no quiero dar más información y asiente.

Me pongo de pie y cargo la mochila en mis hombros.

-¿Te vas? – Me pregunta.
-Sí. Debo ir a clase.
-Creo que a primera hora ya no llegarás.
-Ni tú tampoco.
-Bueno, hoy no tenía primera hora. Me dijeron que fuese a la segunda. Solo iba al instituto a estudiar a la biblioteca. En ellas me concentro mejor.

Me sorprendo. Ese chico parece responsable.

-Ah.
-¿Irás en autobús? – Pregunta.
-No me queda otra.
-Bien. Yo me quedaré aquí dando una vuelta.

Encojo mis hombros al no entender por qué ese chico me está dando tantas explicaciones.

-Genial. – Digo.
-Pareces simpática.

Me sorprendo y él lo nota. Creo que es la primera vez, aparte de los familiares, que me dicen que soy -que parezco- simpática.

-G-gracias.

Él sonríe y se levanta.

-¿Dónde vas? – Pregunto.
-Te acompañaré al bus.
-¿No te ibas a quedar dando una vuelta?
-Daré mi vuelta acompañándote al bus.

Encojo mis hombros y asiento. No puedo negarme y veo que el chico mete sus manos en los bolsillos y comienza a andar a mi lado.

-No son de tu tipo. – Comenta, mientras caminamos.

Le miro de refilón y me doy cuenta de que me saca cinco o seis centímetros.

Un fuerte viento me atrae a mí misma una fragancia peculiar. Una mezcla entre limpio y dulce me invade. No dudo que él es quien lo desprende.

-¿Quién no son de mi tipo? – Pregunto, desconcertada.
-Esos tres del bus. Los que te han quitado el sitio.
-Ah. - Encojo mis hombros. – No.
-Me pareces una chica muy humilde.

Me quedo helada y los dos caminamos mientras miramos nuestros pies. Estoy sorprendida.

-¿Humilde? – Pregunto mirándole algo sorprendida.
-Sí, bueno. Una sensación.
-No sé. – Contesto, encogiendo los hombros de nuevo. – Nunca me han dicho nada de eso.
-Bueno, entonces seré yo la primera persona que te lo diga.
-Gracias. - Agradecí.

El chico sonrió débilmente al suelo y no pude evitar mirarle.

-Mi tío siempre me dice que si quieres dejar a una persona por los suelos, la mejor táctica es usar un buen léxico con un ingenio y una picardía adecuada. Y, créeme, es verdad. - Me dice.

¿Un consejo? Quizás podría tomarlo como tal.

Ambos sonreímos y, en el resto del camino, no compartimos ninguna especie de información más. Simplemente me acompaña hasta la estación de autobuses, y llegamos en el momento justo, porque al final de la calle ya aparece el vehículo.

-Gracias. – Digo.
-No hay de qué. – Contesta.

Le sonrío con un gesto de amabilidad y él me imita.

-No me has dicho cómo te llamas. – Digo.
-Te dije que sería anónimo.
-No te he contado nada para que corra peligro. Puedes decírmelo.

El autobús aparca enfrente de nosotros y abre las puertas. Dejo salir a la gente y mientras le sigo mirando.

Segundos después, me subo a las escaleras y le miro mientras las demás personas paga. Veo que su boca vocaliza su nombre, en el justo momento en el que el autobusero cierra la puerta. No lo escucho.

Frunzo el ceño y él me ve. Mierda.

-Señorita, por favor. Tenemos que irnos. – Me dice el hombre.
-Sí, disculpe.

Le tiendo el bono y él me deja pasar. Subo las escaleras del autobús y veo por el cristal que el chico continúa ahí parado, mirando hacia el interior, buscándome. Y al fin me encuentra.

Me sonríe y el autobús se pone en marcha. Le despido con la mano y él me imita.

Era la primera persona que había decidido escucharme, que había decidido ayudarme. Y ni siquiera sabía cómo se llamaba.




6 comentarios:

  1. Sin palabras. Ya por la quinta fanfic. Muerome. Esto promete. Segurísimo que va a ser preciosa, increible, que nos va a hacer tener momentos y sentimientos únicos, que solo tú los puedes producir en nosotras. Me ha enamorado ya el primer capítulo, y estoy segura de que disfrutaré cada capítulo como este.
    Y bueno, aparte de todo esto, que siempre digo, que me encantas, que me enamoras, etc. Pues hoy, tengo que decir otra cosa, muy importante, por cierto. Esta cosa que tengo que decir necesito que la lean TODAS LAS NERRYS. Os cuento:
    NERRYS. COMO YA SABRÉIS, FALTAN 5 DÍAS PARA EL GRAN DÍA, 5 DÍAS PARA EL 18 DE NOVIEMBRE, JUSTO ESE DÍA, HACE UN AÑO QUE NUESTRA ÍDOLA, LA PERFECCIÓN PERSONIFICADA, NEREA, EMPEZÓ A ESCRIBIR EL MARAVILLOSO PRIMER CAPÍTULO DE APPEARED, EL PRIMER CAPÍTULO DE UNA HISTORIA QUE HA CAMBIADO NUESTRAS VIDAS Y LA DE NERE, AHORA SOMOS UN FANDOM, UN GRAN FANDOM QUE PUEDE SEGUIR CRECIENDO Y CRECIENDO. NO SÉ SI OS ENTERASTEÍS DE LA PROPUESTA, COMO EL 18 DE NOVIEMBRE ES LUNES, PENSÉ EN QUE POR NEREA, PODRÍAMOS HACER UN TT EN TWITTER CON EL HT #OneYearWithNerea, AL PRINCIPIO QUERÍA QUE FUERA UNA SORPRESA PARA NERE, PERO ME DÍ CUENTA DE QUE ERA IMPOSIBLE QUE NO SE DIERA CUENTA, ASÍ QUE GRACIAS A QUE DA IGUAL QUE SE ENTERE Y LO VEA, PUEDO PEDIROS AYUDA POR AQUÍ, NECESITO QUE EL 17 DE NOVIEMBRE QUE ES DOMINGO, Y ESPERO QUE PODAÍS Y NO ESTEÍS OCUPADAS, TWITTEÍS CON ESE HT COMO SI FUERAÍS UN DISCO RAYADO, POR FAVOR. Y LAS QUE NO TENGAÍS TWITTER, HACEROSLO (SI PODEÍS) O PEDIR AYUDA A GENTE QUE CONOZCAÍS, NO SÉ. YO LE HE PEDIDO AYUDA A TODOOOS MIS AMIGOS. Y VOY TWITTEAR SIN PARAR PARA QUE LA GENTE NOS AYUDE. TENEMOS QUE CONSEGUIRLO. QUE NOSOTRAS PODEMOS. ¡¡¡POR NEREA!!!
    BESOTES DE NERRY PARA TODAS LAS NERRYS Y PARA NEREA.
    OS QUIERO<3333

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hey!! Me caes muy bien!! Adoro tu idea, en serio me parece increible y muy original.. yo tambien soy nerry!! So.. voy a twittear como una loca por Nerea, porque se lo merece. Sigueme, soy @MartaRL_27 :) Besos

      Eliminar
    2. Ay, muerome. Te conozco, cielo. Leo todos tus comentarios, eres un amor, de verdad.

      Eliminar
  2. lo primero decirte que este primer capitulo me ha parecido brillante, bonito, magnifico y sobre todo perfecto. Me ha encantado.
    Espero que te haya salido mu bien ese examen. Sigue cuando puedas y recuperate jaja :)
    Bsss preciosa

    ResponderEliminar
  3. alñskdhksñfhalkhfalhf...Me va a dar un Heart attack Seguila me encanto Soy nueva
    lectora :3 pero eh leiido tus otras Novela y estan de Infarto........
    Solo queria feelicitarte y que sigas con tu Nove BESOSxx ♥

    ResponderEliminar
  4. AY AY AY AY AY AY!! Vale nerea, seguro que haces milagros, TRAÉME A LIAM AL BANCO QUE HAY DEBAJO DE MI CASA!! Hey vamos! ahah Jo te agradezco mucho lo que has hecho por mi, es cierto que he estado esperando mucho timepo este momento, esta novela, pero como se suele decir, lo bueno se hace esperar no?? Pues Liam es igual, la forma en que lo describes, es él. Estate segura de que esta novela se quedará muy grabada en mi mente, gracias

    ResponderEliminar